miércoles, 22 de diciembre de 2010

La Ley del Calcetín



De acuerdo al calendario gregoriano, hoy quedan 9 días para que se termine el año, lo que significa que dentro de unas 190 horas, tomaré un avión para reunirme con mi familia. Y,esto me ha hecho recordar, que debido a la macabra idea de un señor, ahora puedo andar en calcetines por cualquier aeropuerto del mundo.

En el año 2001, y con intenciones maléficas, un señor llamado Richard Reid –no el de Pretty Woman; otro Richard-, decidió darse unas vacaciones en Miami, llevando con él unos zapatos especiales. Richard, hijo de una señora inglesa y un señor jamaiquino, compró un billete para volar –en su sentido más explosivo- desde la ciudad de Paris hasta Miami. El 21 de diciembre de 2001, las autoridades aeroportuarias dilataron su abordaje, pues, les pareció extraño que para tan largo viaje, no hubiese facturado equipaje. Ese día, Richard no subió al avión. Sin embargo, al día siguiente, abordó el vuelo 63 de American Airlines.

Gracias al buen olfato de algunos pasajeros que ocupaban aquél avión, se descubrió que algo se estaba quemando. Al seguir el aroma, los pasajeros y tripulantes descubrieron a Richard, con un zapato en una mano, y una cerrilla encendida en la otra. Los zapatos no se queman, no en un vuelo aéreo, y menos aún en uno de American Airlines.

En estas situaciones, los seres humanos actúan con una coordinación realmente maravillosa. Inmediatamente, un pasajero cogió su botellita de agua y arrojó el contenido sobre el zapato de Richard. Otros dos lo inmovilizaron. Haciendo uso de los cinturones de seguridad le ataron de manos y pies. Una vez hecho esto, uno de los líderes de la operación hizo la pregunta de rigor: ¿Hay algún médico entre los pasajeros? Siempre hay un médico entre los pasajeros –gracias a Dios-. El médico, que iba de vacaciones a Miami, y había planificado no ejercer la medicina durante las siguientes dos semanas, levantó la mano y se acercó. Tras buscar en todos los mini-estuches de medicamentos que llevaban todas las mujeres del vuelo, se encontró con un tranquilizante. Finalmente, el galeno aplicó el tranquilizante a Richard, actualmente conocido como el “Shoe Bomber”.

El plan de Richard se vio burlado por la intervención heroica de los pasajeros del vuelo 63 de American Airlines. Personas que no se conocían entre ellas, pero que sin mirar atrás pusieron manos a la obra para detener al enemigo y salvar sus vidas y las de sus compañeros. Este tipo de intervenciones improvisadas de ciudadanos por una misma causa, nunca dejarán de maravillarme.

En el metro de Madrid, por ejemplo, lo he vivido en varias ocasiones. Todas han sido ocasionadas por la mala praxis de un carterista. Si algún pasajero ve a un carterista intentando hacerse con las pertenencias de alguien, da la alarma al resto de los ocupantes del vagón. Inmediatamente se coordinaran, le persiguen, y le esposan. Nunca sabré porque aquél señor llevaba esposas en su maletín, pero lo que nos importa es que en aquel momento, les dio el uso para el cual fueron creadas. Cuando llegó la Policía, ya se había reducido al ladrón, se le había esposado, y mientras yacía en suelo, con las manos en la espalda, se le habían leído sus Derechos.

Cuando veo actuaciones como estas, no puedo evitar emocionarme. En mi mente digo “¡Esa es mi gente!” “¡Esto es lo que somos!”

El hecho de que existan algunos Richards o Shoe Bombers en el mundo, no puede, de ninguna manera, contradecir la irrefutable bondad que en esencia nos caracteriza. La presencia de un Richard entre 200 pasajeros heróicos, no es prueba suficiente para dudar de nuestra propia naturaleza.

Lo que nunca pensó Richard, fue que, no solo no llevaría a cabo su retorcido plan, sino que, después de ese día, millones de personas podríamos andar libremente por todos los aeropuertos del mundo en calcetines. Nunca imaginó que justo después de aquél fallido plan, se promulgaría la Ley del Calcetín.

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy bien! gaba! muy bien!!

tu fan negro!!