lunes, 13 de diciembre de 2010

Capitan Linfocito






Tras varios días debatiéndome entre el bien y el mal, entre mi ego y mi esencia, entre la fe y los temores de mi propia existencia, mi cuerpo ha comenzado –y como no hacerlo- a manifestar signos de cansancio o quizás simples alarmas para que así se detenga de una vez por todas el tsunami que ha arremetido contra él. Dicho en otras palabras, tengo gripe.

Mi madre diría: “¡Estas inmunosuprimida! Y posteriormente, me interrogaría sobre las posibles causas de la somnolencia de mi sistema inmunológico. –Ella preguntaría, pero ya sabría los motivos; ella siempre lo sabe-

Sin embargo, en este caso concreto se trata de una gripe, con dolores musculares, fiebres, y muchos, muchos mocos.-Si existiese un mercado de mocos; si puede encontrarse alguna función al moco luego de abandonar la nariz, podrían ser tasados económicamente; y si yo pudiera vender mis mocos, créanme, destronaría a Bill Gates ¡Me haría millonaria!- Nada que no pueda curarse con una buena dosis de “El Kit de La Abuela”, a saber: caldito de pollo, calcetines para dormir, vick-vaporub (untado en garganta, pecho, espalda y fosas nasales), te con limón calentito y al menos ocho horas de sueño. –A lo anterior, se le puede añadir una medida de ron, con media medida de limón y un toque de miel-

Si solo unos días de debate interior, pueden causar gripe, me pregunto ¿Qué pueden causar unos meses de debate? ¿Cómo se manifestarían en nuestro cuerpo? ¿Cuánto daño podríamos hacernos?

Y la respuesta es evidente: mucho. Se le puede hacer mucho daño al cuerpo que nos aloja gratuitamente durante nuestra estancia en la tierra.

En una familia cualquiera, la mama le explica a la hija donde está el corazón, y le dibuja uno de esos que acompañan a cupido, y a las tarjetas de amor; sin embargo, mi mama, la mejor médico del mundo, me explicaba lo mismo dibujando el órgano en su forma real, con las arterias, venas y demás, mientras me hablaba en términos característicos de su profesión: ventrículo, miocardio, y otros terminados en “cardio”. De allí que, esas palabras se me antojen normales, y hasta halla ayudado a mi mama, a hacer su tesis de postgrado en medicina interna –en realidad yo solo le dictaba y nos reíamos de mi imposibilidad de pronunciar esas palabras de mas de 30 sílabas que solo existen en la medicina- (Creo que en mi profesión, la palabra mas larga es: Ju-ris-pru-den-cia)

Es por ello que hoy, al despertar, y sentir la sintomatología de la gripe, pensé en mi sistema inmunológico. Lo imaginé arrinconado en algún lugar de mi cuerpo. Lo imaginé allí, aburrido y cansado de tanto sabotaje. Y mientras el estaba ahí, los terroristas se enteraron de lo que sucedía –en todo conflicto bélico hay espías-. Esos seres hostiles entraron a mi organismo y no encontraron ni un solo escudo, ni un arma, ni siquiera una bomba lacrimógena. Atacaron de noche, mientras todo el ejército de mi cuerpo dormía.

El ejército del cuerpo (Sistema Inmunológico) cumple la labor de atacar a los hostiles y causarles la muerte inmediata. Es como el Estados Unidos que todos llevamos dentro. Y, cuando no ataca, es porque algo anda mal. Es porque algo lo ha debilitado. Algo como una quimioterapia, pero imaginaria.


Mientras me tomo el té y me unto pecho, espalda, cuello y fosas nasales con vick vaporub, me despido, dedicándole un poema de amor y perdón, a mi maestra –mi madre-, y a los miembros de nuestro ejercito:


Asomaba a sus ojos una lágrima
y... mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y enjugó un llanto,
y la frase en mi labio expiró.
Yo voy por un camino, ella por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: ¿Por qué calle aquel día?.
Y ella dirá: ¿Por qué no lloré yo?.
Es cuestión de palabras, y, no obstante,
ni tu ni yo jamás,
después de lo pasado convendremos
en quién la culpa está
¡Lástima que el amor un diccionario
no tenga donde hallar
cuando el orgullo es simplemente orgullo
y cuando es dignidad!


Gustavo A. Bécquer

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