domingo, 26 de diciembre de 2010

La apertura de regalos


Quizás la imaginación de cuatro niñas de entre 5 y 7 años, sea realmente poderosa, pero de lo que sí estoy segura, y nadie, nunca, podrá hacerme dudar, es de que nosotras vimos a Santa. La noche del 24 de diciembre del año 1987 –si mi memoria no me falla-mientras nosotras jugábamos en la terraza de la casa de la abuela a detectar la presencia de un fantasma, los adultos debatían en la cocina, sobre el incremento del precio del barril de petróleo. En aquella casa, según se rumoreaba, habitaba el espíritu de un hombre con sombrero que aparecía por las noches. Así pues, y en aras de lograr detectar alguna señal de aquel alma en pena, nos sentamos mirando hacia el cielo. Inmóviles y en completo silencio. Y fue allí, mientras jugábamos a cazar a un fantasma, cuando vimos el trineo de Santa. Y no, no era una estrella fugaz ¡por Dios! En aquél momento ya sabíamos la diferencia entre un trineo, una estrella, un avión y Super Man.

En medio de nuestra estupefacción pudimos entender lo que había sucedido, y rápidamente nos dirigimos al árbol de navidad. Al llegar al sitio, nos embargó una alegría que no se puede explicar con palabras. Allí, junto al árbol, y las miradas expectantes de nuestros padres, tíos, y abuelos, se encontraban nuestros regalos.

Una niña puede que se haya equivocado, pero cuatro niñas no. Nosotras vimos el trineo de Santa.

¿Existe algo más hermoso que ese momento en el que los niños encuentran los regalos bajo el árbol? Es magia pura. No importa lo que este pasando en tu vida. Puede que te hayan despedido de tu trabajo, y que en tu cuenta bancaria esté en números rojos, o puede que estés lejos de los tuyos o que se te haya quemado el pavo en el horno. Pero si estás ahí, en ese momento, en el que un niño encuentra su regalo, y mira a su papa y a su mama enseñándole su tesoro, mientras sonríe y le brillan los ojos, todo se esfuma. No hay tristeza o melancolía que la apertura de regalo de un niño no pueda curar.

Si yo pudiera elegir una profesión en este preciso instante, sería la de “observadora internacional de apertura de regalos”. Me dedicaría a ir de casa en casa justo en el momento en el que los niños encuentran los regalos. Y luego les acompañaría al parque a estrenar la bicicleta y los patines, y les haría un video mientras intentan mantenerse en una pieza. Pero también captaría las caras de los padres. Esos padres que sin importar lo que sucede en sus vidas, disfrutan con sus hijos mientras se caen con los patines nuevos. Grabaría sus carcajadas para luego copiarlas en un CD. Luego, enviaría por correo las imágenes de aquel día. Así nunca olvidarían lo hermoso de aquel momento. Así nunca olvidarían que ese niño, es y siempre será la fuente de sus alegrías e ilusiones.

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