miércoles, 29 de diciembre de 2010

XGames 2010




Un deporte extremo es aquel cuya práctica lleva inmersa una inminente peligrosidad. Es un deporte en el que por algún momento arriesgamos nuestras vidas, y que, durante su práctica genera una cantidad de adrenalina que provoca una especie de éxtasis en el ser humano. Este riesgo que arropa el deporte extremo, puede crear adicción, o, en mi caso, miedo. Mucho miedo. Tanto miedo que tras haber intentado practicar varios deportes de esta categoría, terminé entendiendo que nunca podría disfrutarlos. Claro, los llevaba a cabo, ¿Cómo no hacerlo? Una vez que estas arriba tienes que saltar ¿no?

La decisión de saltar o no desde un avión se toma en tierra, no en el avión. En el avión ya no hay vuelta atrás. Y así sucede en todos los deportes extremos. Una vez que estás arriba, saltas. Porque una característica primordial de estas actividades de riesgo es que siempre vas acompañado de tres, seis o más personas que te animan a seguir adelante, y si no lo haces, eres, en términos coloquiales, una gallina. Por tanto, si subes, saltas.

Después de saltar, zambullirme, hacer triples-mortales (que no llegaban a ser medio mortal), se desencadenaban en mí tres sentimientos: en primer lugar, el dolor de alguna parte del cuerpo que por antonomasia se lesionaba. En segundo lugar, y detonado por el dolor, sentía agradecimiento por no haber sucumbido segundos antes. Y, en tercer, y último lugar, sentía cansancio. Finalmente, mientras todos se decían el uno al otro quien era el más valiente, yo bostezaba y continuaba agradeciendo a Dios.

Eso fue el 2010. Un año de deporte extremo. Un año lleno de saltos al vacío, de caídas libres por varios kilómetros, de piruetas mortales, de andanzas en cuerdas flojas y de paseos sin brújulas.

Hasta aquél que no disfruta, en lo absoluto, de los deportes extremos los tuvo que vivir. Tuvo que experimentar el riesgo de pérdida, el extravío del control, el contacto directo con lo desconocido y la cercanía absoluta a un yo errante. Todos, durante este año extremo, nos vimos en situaciones realmente atemorizantes. Situaciones que nunca imaginamos vivir y que sin embargo las pudimos superar. Sin darnos cuenta, y cuando ya nos encontrábamos en el avión, a muchos pies de altura, dimos muchos saltos al vacío. A veces creímos que sabíamos exactamente el lugar donde íbamos a aterrizar, y sin embargo, no fue así. No tuvimos tiempo de pensar, o de analizar los movimientos. Fuimos destinados a un ejército sin entrenamiento. Estuvimos perdidos, vagando entre la maleza hasta ubicar nuestro norte. Pensamos que nunca divisaríamos el horizonte que buscábamos.

De pronto un horizonte borroso se perfila frente a nosotros, y nos destina ha seguir adelante. Y, aunque el cansancio ya hace mella en nuestros músculos, seguimos adelante. Seguimos, porque ahora, con los pies en la tierra, podemos sentirnos campeones. Campeón por haber saltado del avión cada vez que te viste en uno. Campeón por haber enfrentado a tantos demonios. Campeón por haberte hecho amigo de ti mismo. Campeones por haber superado todas las pruebas de preparación para un futuro maravilloso. Campeones por haber esperado hasta el final. Campeones por no haber desistido en la lucha. Campeones por haber soportado uno, dos y tres golpes. Campeones que, para el próximo año recibirán como recompensa un trofeo mágico.

El 2010 ha terminado. Durante 365 días hemos estado en una gran caída libre, pero ya hemos llegado a tierra. Ahora es momento de respirar normalmente, de regularizar las pulsaciones de nuestro corazón, de decirle a nuestros cuerpos que ya todo ha pasado. Ahora es momento de sentir esa relajación que sigue a la descarga de adrenalina y de agradecer a Dios por habernos mantenido con vida. Ahora es momento de brindar por todos los campeones que habitan el planeta tierra.

martes, 28 de diciembre de 2010

Herodes, te salió muy mal





Es indiscutible la capacidad que tienen los hombres de terminar celebrando los hechos que durante algunos años pudieron ser conmemorados con las banderas a media asta y ceremonias en silencio. El recordar año tras año un día específico, en el que sucedieron hechos cargados de tristeza, nos lleva, en algún momento, a su obligatoria conversión en un día cargado de fiestas y alegría. Pasa de ser un recuerdo desolado a uno que nos da la oportunidad de reír.

Y, eso fue, precisamente, lo que hicimos con el día de hoy. Del mismo modo ocurre con muchos recuerdos y acontecimientos. Paulatinamente y por mero sentido de supervivencia nos vemos en la imperiosa necesidad de convertir la hiel en miel. Puede que tengan que transcurrir algunos años, pero siempre, siempre operará esa transformación necesaria.

Hace muchos años –todos los de Cristo-, Herodes, un Señor que siempre me ha caído muy mal, decidió mandar ha asesinar a todos los niños varones menores de dos años nacidos en Belén, para acabar con la vida del recién nacido hijo de Dios y verdadero Rey de Reyes: Jesús. Herodes, mientras se comía una jugosa pata de pavo, recibió la visita de los Reyes Magos. Inocentemente –de allí el nombre de la festividad- los reyes magos tuvieron la genial idea de ir a contarle a Herodes que habían adorado al hijo de Dios hacía unos días en un pesebre. Y lo que sucedió después del chisme ya lo sabemos.

Es de suponer que durante muchos años este día significó rememorar a todas aquellas pequeñas vidas que fueron arrancadas de los brazos de sus madres. Puedo imaginar la tristeza que por mucho tiempo embargó al 28 de diciembre. Y, sin embargo, hoy, dos mil diez años después, este día es de algarabía.

Mas que de algarabía, yo diría que es de Alerta Roja.

El sentido del humor de las personas que me rodearon durante mi infancia y adolescencia era realmente extraño. Es decir, ¿Porqué decirle a una niña de 10 años que su tío a muerto? ¿Porqué decirle que su mejor amigo se ha cambiado de colegio? ¿Por qué decirle que el perro se ha comido a su hámster? ¿Porqué decirle que el presidente del país ha dimitido? ¿Porqué decirle 24 horas después que ha regresado al poder?... Y, mientras fui creciendo la intensidad y morbosidad de las mentiras fue en aumento. Año tras año fui temiendo más la llegada de este día. Y, en definitiva, eso fue lo que provocó que cada 28 de diciembre yo encendiera una luz de alerta ante cada noticia, mensaje, palabra dicha o no dicha, expresión, notita secreta, llamada telefónica, etc. La imaginación de las personas evoluciona, y no importa cuantas bromas te hayan gastado en tu vida porque siempre volverás a caer. Hoy no creo, con todo el respeto de mi Señor, ni el padre nuestro.

Pero la etapa crítica es la comprendida entre los 8 y 20 años. Ese es el momento mas alarmante porque durante esos años no existe el temor, ni se tiene conocimiento de la teoría Causa-Efecto. Nada importa y por tanto, las bromas pueden llegar a causar estragos en tu vida. Atentan contra tu integridad psicológica, tus amistades, tus relaciones de pareja, tu sexualidad. Para hacerlo mas trágico y mortíferamente dañino, quien cae en la broma siempre buscará VENDETTA, y durante todo un año, planificará la manera de hacer pagar a su verdugo. ¡Cuánto agradezco a Dios haber pasado por esa humillante etapa y haber salido ilesa!

Hoy leí las noticias del periódico matutino, y sin embargo no las creí, porque, seguramente, eran mentiras. La luz no subió en España, por tanto seguirá costando lo mismo en el 2011, y tampoco hará mas frío. Las temperaturas subirán y un sol radiante nos arropará durante lo que queda de año.

No puedo dejar de pensar en un amigo, y compañero, que cumple años hoy. Imagino a su padre llamando a los familiares:

-¡Que estamos en el hospital! ¡Ha nacido el Bebé!

Y todos respondiendo: “Si, Si, ya…”

-¡Que sí! ¡Que ya nació!

-Si… si… claro…

Al pobre bebe nadie lo visitó hasta el día siguiente.


Una vez más, el bien triunfa sobre el mal. Herodes no logró asesinar a nuestro Señor Jesucristo. Y hoy, en vez de llorar – que seguramente era lo que buscaba – reímos a mandíbula batiente de la inocencia propia y ajena. –Más de la ajena que de la propia-. Te salió mal Herodes. Te salió muy mal.

domingo, 26 de diciembre de 2010

La apertura de regalos


Quizás la imaginación de cuatro niñas de entre 5 y 7 años, sea realmente poderosa, pero de lo que sí estoy segura, y nadie, nunca, podrá hacerme dudar, es de que nosotras vimos a Santa. La noche del 24 de diciembre del año 1987 –si mi memoria no me falla-mientras nosotras jugábamos en la terraza de la casa de la abuela a detectar la presencia de un fantasma, los adultos debatían en la cocina, sobre el incremento del precio del barril de petróleo. En aquella casa, según se rumoreaba, habitaba el espíritu de un hombre con sombrero que aparecía por las noches. Así pues, y en aras de lograr detectar alguna señal de aquel alma en pena, nos sentamos mirando hacia el cielo. Inmóviles y en completo silencio. Y fue allí, mientras jugábamos a cazar a un fantasma, cuando vimos el trineo de Santa. Y no, no era una estrella fugaz ¡por Dios! En aquél momento ya sabíamos la diferencia entre un trineo, una estrella, un avión y Super Man.

En medio de nuestra estupefacción pudimos entender lo que había sucedido, y rápidamente nos dirigimos al árbol de navidad. Al llegar al sitio, nos embargó una alegría que no se puede explicar con palabras. Allí, junto al árbol, y las miradas expectantes de nuestros padres, tíos, y abuelos, se encontraban nuestros regalos.

Una niña puede que se haya equivocado, pero cuatro niñas no. Nosotras vimos el trineo de Santa.

¿Existe algo más hermoso que ese momento en el que los niños encuentran los regalos bajo el árbol? Es magia pura. No importa lo que este pasando en tu vida. Puede que te hayan despedido de tu trabajo, y que en tu cuenta bancaria esté en números rojos, o puede que estés lejos de los tuyos o que se te haya quemado el pavo en el horno. Pero si estás ahí, en ese momento, en el que un niño encuentra su regalo, y mira a su papa y a su mama enseñándole su tesoro, mientras sonríe y le brillan los ojos, todo se esfuma. No hay tristeza o melancolía que la apertura de regalo de un niño no pueda curar.

Si yo pudiera elegir una profesión en este preciso instante, sería la de “observadora internacional de apertura de regalos”. Me dedicaría a ir de casa en casa justo en el momento en el que los niños encuentran los regalos. Y luego les acompañaría al parque a estrenar la bicicleta y los patines, y les haría un video mientras intentan mantenerse en una pieza. Pero también captaría las caras de los padres. Esos padres que sin importar lo que sucede en sus vidas, disfrutan con sus hijos mientras se caen con los patines nuevos. Grabaría sus carcajadas para luego copiarlas en un CD. Luego, enviaría por correo las imágenes de aquel día. Así nunca olvidarían lo hermoso de aquel momento. Así nunca olvidarían que ese niño, es y siempre será la fuente de sus alegrías e ilusiones.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Feliz Cumpleaños Jesús


¡Todo el mundo está de fiesta! Mañana, se celebra el cumpleaños mas celebrado de todos los tiempos. Mañana, cumple años Jesús, y todo debe estar preparado. Todo debe quedar perfecto.

¡Cuánto me hubiese gustado vivir durante aquellos años! Me hubiese encantado conocerle en carne y hueso. Seguramente no hubiera tenido palabras para dirigirme a él. Sé que solo hubiese llorado. Pero después de un rato, o quizás en una segunda o tercera oportunidad, yo hubiera intentado hablar; Me hubiese dicho a mí misma: “¡Por favor! ¡Compórtate! ¡Es tu oportunidad! ¡No la desperdicies!... Él me hubiese secado mis lágrimas. Y con tan solo mirarme a los ojos, Él me hubiera limpiado el corazón.

Si Dios decidiera enviar nuevamente a su hijo ¿Qué pasaría en el mundo?

Si de pronto nos enterásemos que el hijo de Dios ha nacido, y que fue registrado bajo el nombre de Jesús Segundo, ¿Qué haríamos? ¿Quién le creería? ¿Quién intentaría matarle esta vez? ¿Quiénes le defenderían? Yo confío plenamente en mi mundo, y sé que, esta vez, sería diferente. Esta vez, le protegeríamos, y le enseñaríamos todo lo que hemos logrado con sus enseñanzas desde la última vez que vino a la tierra. ¡Sería maravilloso! Yo, particularmente, haría hasta lo imposible por convertirme en su niñera oficial. No pediría nada más. Le arrullaría, la daría el biberón, le cambiaría los pañales, dedicaría toda mi vida solo a cuidarle y a mirarle. Y, si sus padres decidieran que los mejores pañales son los de tela, yo seguiría cambiándole los pañales, y lavaría con ternura, el popó del hijo de Dios.

Me dedicaría a observarle. Esperaría a que diera su primer paso, a que dijera su primera palabra, y a que hiciera su primer milagro. También llevaría a mi madre a conocer al bebé. Ella es su fan. Seguramente, ella crearía el primer Club Oficial de Fans de Jesús Segundo.

Aprovecharía sus primeros años, porque sé que luego, el tomaría su camino. El tendría mucho por hacer fuera de casa. Pero yo le acompañaría mientras estuviera viva. Le compraría un blackberry para mantenerme siempre en contacto con él. Organizaría reuniones y llevaría su agenda. Seguramente iniciaríamos una empresa de coaching en la que él sería el protagonista. Le llevaría a comer jamón ibérico en Madrid, cachapas con queso de mano en Venezuela, pulpo en Galicia, pizza en Roma y perritos calientes en Manhattan. Además, pediría audiencia con algunos presidentes para que Él hablara con ellos, le diría “Por favor, Jesús, hazme este favor, habla con él, hazlo entrar en razón”.

Sé que Él iría a África, y pondría en sus tierras dos o tres ríos caudalosos. Irrigaría esas tierras para que las cosechas fueran prósperas. Multiplicaría 5 vacas en 10.000 millones de vacas para erradicar el hambre, y dividiría los 900 millones de armas entre su mismo número.

En América la pasaría genial. Bailaría salsa, merengue, cumbia, vallenato, reggeton, jazz, samba, rock y bachata. Allí sería donde daría sus mejores conferencias como coach. En América no pondría ríos porque ya tienen. En América, establecería un poco el orden, y también desaparecería varios millones de armas. Los Latin Kings, La Mara, Los Skin Heads, terminarían uniéndose a Él.

En Europa aprendería a hablar italiano, y multiplicaría un poco el producto interno bruto de algunos países para que dejaran de sufrir esa crisis. Pasearía por París, por la Europa del este, por los países bajos y por las islas canarias. De las Islas Canarias se llevaría varios botes de mojo picón. Luego, cuando hubiere perfeccionado su italiano, Él se hubiese acercado al Vaticano y allí, hubiesen tenido una muy, pero que muy larga conversación en secreto.

En Australia hubiese reparado un poco la Gran Barrera de Coral y hubiese buceado hasta agotar todas las botellas de oxígeno. También se hubiese maravillado con los canguros. Por ello, no hubiera comprado los testículos de canguro que venden como souvenir.

En Asia hubiese ampliado el territorio para que las personas se movieran con más comodidad. Además, hubiese creado un sistema de entradas y salidas de los metros con el cual las personas no saliera heridas cada vez que usaran ese medio de transporte. Allí no hubiera comido cucarachas ni ratas. Se hubiese decantado por los simples tallarines salteados con infinidad de ingredientes.

Si, yo creo que le gustaría este mundo… Yo creo que a nosotros nos gustaría tenerle aquí de nuevo.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

La Ley del Calcetín



De acuerdo al calendario gregoriano, hoy quedan 9 días para que se termine el año, lo que significa que dentro de unas 190 horas, tomaré un avión para reunirme con mi familia. Y,esto me ha hecho recordar, que debido a la macabra idea de un señor, ahora puedo andar en calcetines por cualquier aeropuerto del mundo.

En el año 2001, y con intenciones maléficas, un señor llamado Richard Reid –no el de Pretty Woman; otro Richard-, decidió darse unas vacaciones en Miami, llevando con él unos zapatos especiales. Richard, hijo de una señora inglesa y un señor jamaiquino, compró un billete para volar –en su sentido más explosivo- desde la ciudad de Paris hasta Miami. El 21 de diciembre de 2001, las autoridades aeroportuarias dilataron su abordaje, pues, les pareció extraño que para tan largo viaje, no hubiese facturado equipaje. Ese día, Richard no subió al avión. Sin embargo, al día siguiente, abordó el vuelo 63 de American Airlines.

Gracias al buen olfato de algunos pasajeros que ocupaban aquél avión, se descubrió que algo se estaba quemando. Al seguir el aroma, los pasajeros y tripulantes descubrieron a Richard, con un zapato en una mano, y una cerrilla encendida en la otra. Los zapatos no se queman, no en un vuelo aéreo, y menos aún en uno de American Airlines.

En estas situaciones, los seres humanos actúan con una coordinación realmente maravillosa. Inmediatamente, un pasajero cogió su botellita de agua y arrojó el contenido sobre el zapato de Richard. Otros dos lo inmovilizaron. Haciendo uso de los cinturones de seguridad le ataron de manos y pies. Una vez hecho esto, uno de los líderes de la operación hizo la pregunta de rigor: ¿Hay algún médico entre los pasajeros? Siempre hay un médico entre los pasajeros –gracias a Dios-. El médico, que iba de vacaciones a Miami, y había planificado no ejercer la medicina durante las siguientes dos semanas, levantó la mano y se acercó. Tras buscar en todos los mini-estuches de medicamentos que llevaban todas las mujeres del vuelo, se encontró con un tranquilizante. Finalmente, el galeno aplicó el tranquilizante a Richard, actualmente conocido como el “Shoe Bomber”.

El plan de Richard se vio burlado por la intervención heroica de los pasajeros del vuelo 63 de American Airlines. Personas que no se conocían entre ellas, pero que sin mirar atrás pusieron manos a la obra para detener al enemigo y salvar sus vidas y las de sus compañeros. Este tipo de intervenciones improvisadas de ciudadanos por una misma causa, nunca dejarán de maravillarme.

En el metro de Madrid, por ejemplo, lo he vivido en varias ocasiones. Todas han sido ocasionadas por la mala praxis de un carterista. Si algún pasajero ve a un carterista intentando hacerse con las pertenencias de alguien, da la alarma al resto de los ocupantes del vagón. Inmediatamente se coordinaran, le persiguen, y le esposan. Nunca sabré porque aquél señor llevaba esposas en su maletín, pero lo que nos importa es que en aquel momento, les dio el uso para el cual fueron creadas. Cuando llegó la Policía, ya se había reducido al ladrón, se le había esposado, y mientras yacía en suelo, con las manos en la espalda, se le habían leído sus Derechos.

Cuando veo actuaciones como estas, no puedo evitar emocionarme. En mi mente digo “¡Esa es mi gente!” “¡Esto es lo que somos!”

El hecho de que existan algunos Richards o Shoe Bombers en el mundo, no puede, de ninguna manera, contradecir la irrefutable bondad que en esencia nos caracteriza. La presencia de un Richard entre 200 pasajeros heróicos, no es prueba suficiente para dudar de nuestra propia naturaleza.

Lo que nunca pensó Richard, fue que, no solo no llevaría a cabo su retorcido plan, sino que, después de ese día, millones de personas podríamos andar libremente por todos los aeropuertos del mundo en calcetines. Nunca imaginó que justo después de aquél fallido plan, se promulgaría la Ley del Calcetín.

martes, 21 de diciembre de 2010

La noche de los millonarios





Puede que algunos hayan olvidado como soñar, o que se hayan visto coaccionados para dejar de hacerlo. Puede que incluso, al pasar de los años, hayan creído que no funcionaba, o que la desilusión de no ver ese sueño hecho realidad era peor que intentarlo. Pero hoy, 21 de diciembre, es un día en el que toda España sueña. Hoy, todos hacemos cálculos, invertimos, compramos casas, las alquilamos, vivimos de la renta, mientras se revalorizan las acciones que hemos adquirido, viajamos alrededor de todo el mundo, pagamos la hipoteca, montamos una empresa, le damos empleo a todos nuestros amigos, obligamos a nuestros padres a jubilarse, los enviamos en un crucero por dos meses con spa incluido, y nos compramos una cámara de las que usan los de National Geographic para inmortalizar todos estos momentos, pero sobre todo captar, y luego enmarcar, la fotografía en closeup de la cara de nuestros jefes.

Desde hace muchísimos años, los españoles sueñan esta noche.

Corría el año de 1812, cuando, mientras Napoleón vencía a los rusos, un terremoto destruía la ciudad de Caracas, se promulgaba la Constitución española, se creaba la bandera argentina y Estados Unidos declaraba la guerra a Reino Unido, en la ciudad de Cádiz, se celebró el primer sorteo de la Lotería de Navidad. El 18 de diciembre de 1812, resultó ganador el número 03604, con un premio de 8.000 pesos fuertes. (Peso fuerte o real de a ocho: moneda real, de plata, con valor de 8 reales). El ganador de aquel primer sorteo, seguramente aumentó la dote de su hija, compro dos caballos de raza y crines largas, pagó al recaudador de impuestos, encargó a un pintor hacer un cuadro familiar, adquirió 200 ovejas para iniciarse en el negocio de la lana, compró un burrito feo, y finalmente se pasó por las tierras en las que trabajaba por dos duros, montando su caballo nuevo de crines largas, las compró, montó a su jefe en el burrito feo, y lo mandó ha pastorear a las 200 ovejas.

El valor actual de esos 8.000 pesos lo desconozco, pero lo que si sé es que hoy, más de treinta millones de españoles están soñando al unísono. Las familias se sientan en las mesas a cenar mientras planifican el viaje y la compra de la casa nueva. Los jóvenes buscan en Internet el viaje al continente asiático. Los desempleados preparan el proyecto de la nueva empresa. Y de pronto, la ilusión vuelve… Si pudiera perpetuarse este momento… Si durante un mes o quizás tres, todos soñáramos como lo hacemos el día antes al sorteo de navidad, no volveríamos ha comprar lotería, porque ya seríamos, de hecho, millonarios. Y, quizás, mañana lo seamos.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Hey Yu



Cuando te sientas como un bicho raro, piensa en los Beatles.

Actualmente, ellos son un ícono del rock and roll, pero llegar hasta donde lo hicieron no fue fácil. Nunca lo es. En cualquier biografía, de cualquier persona exitosa, podemos encontrar los mismos tropiezos, errores, intentos fallidos, engaños, desilusiones, y demás. Además, tienen en común el ingrediente secreto: todos han hecho lo que realmente les apasiona. Solo de esa manera, el sueño no les vence, las ganas no se agotan, la ilusión se mantiene intacta y la fuerza se renueva tras cada derrota.

Estos cuatro chicos, vestidos como tontos, con cortes de pelo de tonto, y haciendo bailecitos extraños, lograron acaparar al público inglés. Luego lo hicieron en Alemania, logrando enloquecer –literalmente- a todo aquél que les escuchaba. Y así, como un tsunami, fueron conquistando, con sus caras de tontos, todo el continente europeo.

De pronto, decidieron que era el momento de ir a Estados Unidos. Cuando las discográficas estadounidenses les escucharon no les pareció tan mal. Pero, cuando les vieron… Las discográficas creyeron que era una broma. Pensaron que iban disfrazados. Y durante mucho tiempo, les negaron la posibilidad de entrar al mercado norteamericano. Se burlaron de sus pelos, de sus ropas, de sus bailes, y de todo lo que hacían en escena. Posteriormente, un alma caritativa, sintió pena por aquellos cuatro bichos raros, y decidió hacer la obra de caridad del día, dándoles una oportunidad.

Lo que sucedió después, lo sabemos por nuestros padres. ¡Como bailaron sus canciones! En aquella época se bailaba el rock con estilo –a diferencia de ellos, mi generación no baila el rock, lo salta y sacude la cabeza haciendo cuernitos con los dedos de la mano-. Las cantaban sin saber inglés: “hey yu, don maiquibad…” “leribí, leribí, leribí” “yesterdei…ol mai trobles simsofaruguey”.

Lo mejor de todo era que se las dedicaban entre novios sin saber lo que significaba la letra. -¿Cuántas veces no hemos escuchado la frase de un papa diciendo con cara de Don Juan: “con esa canción enamoré a tu mama?”. Pero no importaba, lo que transmitía en realidad era la música, y no la letra.

A ellos les llamaron locos
A ellos les llamaron raros
A ellos les llamaron tontos con pelo de tonto
A ellos les llamaron tontos que visten como tontos… Y sin embargo, los que quedaron como tontos fueron quienes pronunciaron estas palabras.

De acuerdo a las estadísticas, la media de vida del ser humano en Europa es de 81 años. Las mujeres, vivimos diez años más que los hombres pues nos negamos a abandonar a nuestros hijos en la tierra –sin importar cuantos años tenga el hijo-, lo que arroja la cantidad de 91 años.

Si lo que nos apasiona es hacer empanadas de atún, hagamos empanadas de atún
Si lo que nos apasiona es limpiar cristales, limpiemos cristales
Te asegurará por una parte el éxito, y por la otra 91 años de felicidad.

Cuarenta años después de la disolución de la banda, nació este niño, y ahora canta para ustedes: Hey Jude (o en versión papá-mamá: Hey Yu )

domingo, 19 de diciembre de 2010

Este producto puede contener trazas de risa



El psiquiatra, al revisar la agenda del día, sabía a que hora llegaría su paciente. Así pues, se preparaba cada vez, para ejecutar el plan oculto. Debajo del sillón de “confesiones” donde la paciente relataba las más intrincadas situaciones que la habían llevado a dos intentos de suicidio, el psiquiatra colocaba, sesión tras sesión, un pequeño envase con cloro. Durante cuarenta sesiones de dos horas cada una, la paciente sin saberlo, tuvo a menos de treinta centímetros de distancia, a uno de sus peores enemigos. Los gases que emanaba el líquido contenido por el envase oculto, invadían sutilmente el aire que se respiraba en aquel consultorio psiquiátrico. Unos meses mas tarde, al finalizar la terapia, la paciente ya no era alérgica al cloro.

Los motivos que llevaron a la paciente a buscar su propia muerte en varias ocasiones, no guardaban relación alguna con el cloro o alguno de sus derivados. Sin embargo, el hecho de ver como su cuerpo ya no reaccionaba ante el olor del cloro, o el contacto físico de éste con su piel, le llevó a pensar que nada era inamovible, que todo podía cambiar, que así como sin siquiera saberlo, se había desensibilizado al cloro, podría suceder con cualquier otro agente externo o situación.

Esa tarde, acompañaba a una amiga de una amiga a su sesión, y el psiquiatra le contó esta historia, que posteriormente ella trasladó a su amiga, y ésta última a mí.

Al leer la información que recibimos en WikiDígalo, de una fuente fidedigna, sobre el porqué la frase “Este producto puede contener trazas de nueces, almendras, maní y/o trigo” aparecía en todos los envoltorios de chocolates y otras golosinas, no pude evitar recordar, aquella historia que me contó la amiga de una amiga.

La frase aparece porque las máquinas que fabrican el chocolate puro, o solo de leche, son también las que fabrican el chocolate con avellanas, con nueces, con maní, con frutas secas, entre otros. Por tanto, y en aras de evitar una demanda que les lleve a un concurso de acreedores, las empresas advierten esta posible existencia para quienes puedan ser alérgicos a algunos de estos ingredientes.


El método empleado por aquel psiquiatra, es conocido, si no me equivoco, como desensibilización sistemática. Que en todo caso, podrá confirmar mi hermana, que es psicóloga. Hasta entonces, continuaré llamándole Desensibilización Sistemática.

Este método, consiste, ni más ni menos, que en la aproximación sucesiva de la persona, a esa cosa, situación, objeto o conducta que le hace perder el control. Por ejemplo, si padeciera aracnofobia, ese psiquiatra me recibiría en su consultorio un par de veces; posteriormente colgaría en su pared la fotografía de una araña peluda; luego pondría como hilo musical el sonido de la selva amazónica; después pondría un terrario sobre su mesa; de pronto introduciría una araña dentro del terrario; y seguramente, después de cierto tiempo, yo jugaría con la araña peluda con mis manos como si de un conejillo se tratara.

Dudo realmente que, independientemente de cuan efectivo sea el trabajo de este psiquiatra, yo juegue a mano pelada con una araña, pero lo cierto es que, en cuanto a muchas otras situaciones, este método es maravilloso. Es decir, ese agente externo que nos puede producir taquicardias, pérdidas de la visión, estornudos, dificultad para respirar, enrojecimiento de la piel, inflamación de glotis, histeria, tos, desmayos, o todas las anteriores, puede ser presentado a nuestro cuerpo con cautela, con respeto:

-Cuerpo, te voy a presentar a Cucaracha
-Hola Cucaracha, un placer
-Hola Cuerpo, el placer es mío.


En pequeñas dosis, el cuerpo no nota la presencia de ese agente, y tras muchas de esas pequeñas dosis, termina aceptando con total normalidad a la cucaracha, al trigo, a la araña, a las nueces, a la gamba, a la nueva casa, a la pérdida de la pareja, a la pérdida del control, a lo desconocido, al reto, a la sonrisa, a la ilusión…

No hay cuerpo que se pueda resistir a este método. Pero hay que ser respetuosos con nuestros cuerpos. Muy comedidos. Amorosos. Con mucho cariño, como si se tratara de un bebé recién nacido. El cuerpo no puede enterarse de lo que estamos tramando.

Si nunca has consumido miel, no puedes desarrollar alergia a la miel. Si nunca has reído, no puedes desarrollar alergia a la risa. Es más probable que una persona nunca haya probado la miel a que nunca haya reído. Por tanto, es más factible que quien haya reído en algún momento, se haga alérgico a la risa.

-Cuerpo, esta es Risa
-Hola Cuerpo, un placer
-Hola Risa, el placer es mío


Para finalizar, y en aras de evitar posibles demandas, advertimos que “Este producto puede contener trazas de risa”

sábado, 18 de diciembre de 2010

WikiDígalo



Todo el revuelo mediático de la “filtración más grande de toda la historia”, me llevó a pensar que entre todos esos cables y comunicaciones encontraría información útil, o por lo menos novedosa. Creí que lograría responder preguntas tan importantes como: ¿De que esta hecha la carne de las hamburguesas del Mc Donalds? ¿Dónde guardan los cuerpos de los extraterrestres que han venido de visita a la tierra? ¿Cuántos años viven las tortugas marinas? ¿Es cierto que en la comida china se pueden encontrar trazas de carne de perro o de gato? , lo que nos lleva a otra ¿Por qué en los envoltorios de todos los chocolates, galletas, bollos, etc., aparece la inscripción “Este producto puede contener trazas de avellanas, nueces, y/o almendras”? ¿Alguna de las personas que asevera haber visto los criaderos de gatos y perros en el jardín trasero de la casa de un chino ha aportado fotografías o prueba suficiente sobre este hecho? ¿Es cierto que si comemos muy condimentado nuestro sudor huele a las especias que consumimos? ¿Había bombas o no en Irak? ¿Es cierto que el Día de la Madre fue inventado por los propietarios de El Corte Inglés? ¿Qué fue de El Chupacabras? ¿En que piensa un ateo cuando está a punto de caer por un precipicio? (…)


¡Que decepción! ¡Que gran decepción!

Esa es la frase que se repitió en mi mente tras leer, uno a uno, todos los cables –clasificados como ultra-secretos- enviados por el Departamento de Estado Norteamericano a sus distintas embajadas repartidas por todo el mundo.

Sin embargo, he de manifestar que, independientemente de lo irrelevante que me hayan podido parecer los comunicados objeto de debate internacional, me gusta Wikileaks y su fundador Julian Assange. Quizás sea por aquello de que produce cierto placer observar como el poderoso de hecho o solo de palabra recibe una ligera lección de humildad. Es evidente, que el revuelo de la filtración, está más ligada a su orígen que a su contenido.

El optimismo de Zapatero, ante la situación económica de España es desacertado”, “Estamos perplejos con la política de Zapatero para Venezuela”,-mi sobrino llegó a estas conclusiones cuando contaba con 9 años de edad-, “Morantinos teme quedar atrapado en el abrazo de oso Castro-Chávez” –de solo imaginarlo se me corta la respiración- “El presidente Hugo Chávez es un payaso”-el cielo es azul-, “Recomendamos no vender armas al gobierno Venezolano” –no creo que tengan espacio para guardar mas-, “las fiestas salvajes de Berlusconi pasarán factura a su salud” –creo que le envidian; yo le veo muy bien-, “La cantidad de disidentes del régimen cubano va en aumento” –nuevamente, el cielo es azul- “La presidenta de Argentina, Cristina Fernández le cuenta todo a su marido” –vamos a ver, política a parte, ¿no es lo normal en un matrimonio?-.

Y así fue como la decepción, y el hambre de información útil y novedosa, sobre innumerables materias que realmente albergan importancia para los ciudadanos de a pié, me llevó a pensar en que quería jugar un juego. Decidí llamar a Clara, para que, desde ese momento se convirtiera en mi socia.

-¡Juguemos a que somos como Julian Assange! No a ofender sexualmente a menores de edad, claro está, sino formando nuestra propia base de datos, con información privilegiada y que ¡por el amor de cristo! sea novedosa. ¡Hay tantas preguntas sin responder! Le dije.

Dicho esto, y aceptado el cargo por parte de Clara, nació WikiDígalo.

WikiDígalo Inc.

Si Usted posee información relevante a cerca de alguna de las interrogantes anteriormente citadas, o sobre cualquier otra que estime necesario compartir, contacte con nosotros y Wikidíganoslo. Nosotros no le wikidiremos a nadie que ha sido Usted. La confidencialidad es nuestro mejor sello de calidad.
¡Confíe en nosotros! Y venga a formar parte de esta organización que logrará desvelar grandes misterios.

WikiDígalo, en colaboración con HomoHappiness, les invita a que Usted WikiDiga todo. No se calle. No oculte nada.
Contacte con nosotros a través del formulario de comentarios de este blog.



Un ateo, cuando está a punto de caer por un precipicio, piensa en Dios.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Así se amaba en 1800 y pico






Tal día como hoy, en el año de 1830, en la quinta “San Pedro Alejandrino”, cerca de Santa Marta (Colombia) murió, luego de haber dado libertad a millones de sudamericanos, Simón Bolívar. Su corazón quedó en Colombia, y sus restos, fueron trasladados a Caracas, donde hasta ahora se conservan. Últimamente, se les ha sacado de su sitio, para buscar no sé que hecho oculto por la historia o quizás solo haya sido para desviar las miradas de los observadores a otro lugar. Como en un show de magia. Si, seguramente se haya tratado de un show.

Pero no nos desviemos.

La vida de Simón Bolívar, cuyo nombre completo, nunca atiné a memorizar (Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios Ponte y Blanco) es, sin lugar a dudas, la vida mas estudiada por cualquier venezolano – y boliviano, colombiano, ecuatoriano, panameño, peruano…-. En el colegio, desde el primer grado hasta el último, la asignatura Historia de Venezuela se divide en dos partes: Todo lo que sucedió durante la vida de Simón Bolívar, y Todo lo que sucedió después de Simón Bolívar. Y cada episodio se vuelve a repasar durante cada año escolar, asegurandose los maestros, de que hayas aprendido todo como debe ser. Aún así, yo, particularmente, nunca aprendí el nombre completo de Simón.

Pero lo que sí recuerdo, y muy bien, es la historia de amor que surgió entre Simón Bolívar y Manuela Sáenz. También aprendí algunos de sus pensamientos. Pero, el romanticismo que todos llevamos dentro, aunado a la cantidad de telenovelas que un venezolano puede llegar a seguir desde que nace hasta que muere, tiene un efecto mágico. Y, si hay una historia de amor de por medio, le inventamos un principio, un desarrollo y, por supuesto un final feliz; acompañado, claro está, de un par de tragedias que separan por algún tiempo a los amantes.

Manuela Sáenz, mujer de temple, nacida en Ecuador, fue dada en matrimonio por sus padres, a un señor inglés, llamado James Thorner. Como era costumbre en aquella época, ambas familias pactaron la boda, y la opinión de Manuela o de James, se la comieron con patatas.

En 1822, Simón Bolívar entra triunfante a Quito –Ecuador-, y en medio de un baile de bienvenida al Libertador, conoce a Manuela. Desde aquél momento, y hasta la muerte de Simón, fueron amantes. Y James, bueno, él no forma parte de esta novela.

Lo mas hermoso de esta historia, son, sin duda alguna, las cartas de amor que estos amantes se intercambiaron durante esos ocho años, mientras Simón viajaba de un lugar a otro librando guerras y batallas.


Ortuzco, Abril de 1824

A la Sra. Manuela Sáenz

Mi amor, estoy muy triste a pesar de hallarme entre lo que mas me agrada, entre los soldados y la guerra, porque sólo tu memoria ocupa mi alma, pues solo tú eres digna de ocupar mi atención particular.
Me dices que no te gustan mis cartas porque escribo con letras grandotas. Ahora verás que chiquitito te escribo para complacerte. No ves cuantas locuras me haces cometer por darte gusto. (…)

Siempre tuyo, Simón




Ica, Abril de 1825
A la Sra. Manuela Sáenz

Mi bella y buena Manuela,
Cada momento estoy pensando en ti y en el destino que te ha tocado. Yo veo que nada en el mundo puede unirnos bajo los auspicios de la inocencia y del amor.
Lo veo bien, y gimo de tan horrible situación por ti; porque te debes reconciliar con quien no amabas; y yo porque debo separarme de quien idolatro.
Si, te idolatro hoy más que nunca jamás. Al arrancarme de tu amor y de tu posesión se me ha multiplicado el sentimiento de todos los encantos de tu alma y de tu corazón divino, de ese corazón sin modelo. (…)
En lo futuro tú estarás sola aunque al lado de tu marido (James Thorner)
Yo estaré solo en medio del mundo.
Solo la gloria de habernos vencido será nuestro consuelo
El deber nos dice que ya no somos más culpables. No, no lo seremos más.

Siempre tuyo, Simón


A Simón Bolívar

Estoy muy boba y enferma. Cuan cierto es que las grandes ausencias matan el amor y aumentan las grandes pasiones. Usted me tendría muy poco amor, la gran separación lo acabó; pero yo por Usted tuve pasión, y quiero que sepa que la he conservado para poder conservar mi reposo y mi dicha, ella existe y existirá mientras viva. (…)

Siempre tuya, Manuela


Abril de 1825
Al Señor James Thorner

No, no y no; Por el amor de Dios, ¡basta! ¿Por qué te empeñas en que cambie de resolución? ¡Mil veces no! Señor mío, eres excelente, inimitable. Pero, mi amigo, no es grano de anís que te haya dejado por el General Bolívar; dejar a un marido sin sus méritos no sería nada. ¿Crees por un momento que después de haber sido amada por este hombre durante años, de tener la seguridad de que poseo su corazón, voy a preferir ser la esposa del Padre, del Hijo o del Espíritu Santo, o de los tres juntos? Sé muy bien que no puedo unirme a él por las leyes del honor, como tú las llamas, pero ¿crees que me siento menos honrada porque sea mi amante y no mi marido? Déjame en paz, mi querido inglés. Amas sin placer, conversas sin gracia, caminas sin prisa, te sientas con cautela y no te ríes ni de tus propias bromas. Son atributos divinos, pero yo, miserable mortal, que puedo reírme de mí misma, me río de ti también, con toda esa seriedad inglesa. ¡Como padeceré en el cielo! Tanto como si me fuera a vivir a Inglaterra o a Constantinopla. Eres más celoso que un portugués. Por eso no te quiero. ¿Tengo mal gusto? Pero, basta de bromas. En serio, sin ligereza, con toda la escrupulosidad, la verdad y la pureza inglesa, nunca más volveré a tu lado…

Siempre tuya, Manuela


Plata, 26 de noviembre de 1825
A Manuela Sáenz

Mi amor,
¿Sabes que me ha dado mucho gusto tu hermosa carta?
El estilo de ella tiene mérito capaz de hacerte adorar por tu espíritu admirable. Lo que me dices de tu marido es doloroso y gracioso a la vez.
Deseo verte libre pero inocente juntamente, porque no puedo soportar la idea de ser el robador de un corazón que fue virtuoso, y no lo es por culpa mía. No sé que hacer para conciliar mi dicha y la tuya, con tu deber y el mío; no sé cortar ese nudo que Alexandro con su espada no haría mas que intrincar más y más; pues no se trata de espada ni de fuerza, sino de amor puro y de amor culpable; de deber y de falta; de mi amor, en fin, con Manuela La Bella. (…)

Siempre tuyo, Simón



En 1828, Manuela Sáenz, se interpone entre unos rebeldes que intentaban asesinar a Simón Bolívar, y le salva. Desde aquél entonces, él mismo le llamó: La libertadora del Libertador.

Dos años mas tarde, ante la muerte de su amado, Manuelita dijo: “Vivo adoré a Bolívar, muerto lo venero”

miércoles, 15 de diciembre de 2010

El numero ganador




De repente, pienso que esas ciencias que siempre nos han parecido terroríficas (matemáticas y todas ellas), tengan cierta aplicabilidad a la vida diaria. No quiero decir con ello, que ahora aprenderé a dividir mentalmente, porque es que aunque quisiera hacerlo, no podría. Ese lado “numerológico” de mi cerebro nunca ha sido usado. Por tanto está atrofiado.

Entre el broncoespanto –el espanto del bronquio- y una sopa de pollo recién hecha, comencé a leer la historia de una familia que según escuché, era muy famosa. Esta familia, entre cálculos matemáticos, físicos, el azar, la probabilidad y el caos, logró desafiar, hace algunos años, a los casinos, pues empleando sus teorías, encontraron la manera de preveer el o los números ganadores de las ruletas de la suerte. Tras algún tiempo, el rumor se corrió como la pólvora, y les prohibieron la entrada a los casinos de Madrid, y otras provincias de España, pero, para aquel momento, ya eran millonarios. Hoy en día, cuando ya conocen la verdad de la ruleta de la suerte, se dedican a jugar al póker.

La premisa en la que se basa la Familia Pelayo, consiste en que todas las ruletas tienen una imperfección y que con tan solo examinar los números ganadores durante miles de lanzamientos, se puede determinar cuáles son los que aparecen con más frecuencia. Es decir, puede que en el número 15, exista una pequeña imperfección –en el tamaño del casillero, un pequeño abombamiento…- que aumente exponencialmente la probabilidad de que éste sea el numero ganador.

Entonces, si examino a los ganadores una y otra vez, si me detengo a observar los movimientos que me llenan de alegría, a las personas que admiro, a los maestros que sigo, puede que, logre conseguir ese “valle”. Si ponemos toda nuestra atención, durante muchos lanzamientos, durante muchos intentos, terminaremos encontrando ese detalle que nos llevará a elegir el número ganador. Porque, si no existe una ruleta perfectamente aleatoria, quizás, tampoco exista un ser humano perfectamente aleatorio. Y esto es, matemática pura. Tan exacto como 56 divido entre 8, que da… ¿5?

“…Basándose en la premisa de que algunas ruletas concretas deben tener alguna imperfección física y que no existe la ruleta perfectamente aleatoria (abombamientos, tamaño de los casilleros de los números, flexibilidad de las placas separadoras, etc.) basta con examinar los números ganadores durante varios miles de lanzamientos buscando un sesgo hacia los que más frecuentemente aparecen. Si la ruleta tiene una pequeña deformación o abombamiento y, digamos, el 21 está en un “valle”, tal vez salga con más frecuencia de lo que cabría esperar y superados ciertos valores es favorable apostarlo (puede que ese sesgo supere la ventaja teórica del 2,7% del casino). Tras examinar al menos 5.000 “bolas” (lanzamientos) sobre una ruleta real, se analizan los números que han salido más de lo normal. Salir “más de lo normal” significa que ese número aparezca “más de 1/36 de las veces”, que sería lo habitual para obtener un premio [también podría hacerse con 1/37 ó 1/38, pero García pelayo prefiere el probabilidad vs premio].
Para saber si esa desviación es debida a un sesgo real del mecanismo de la ruleta o al puro azar, se comparan esos valores con dos límites. El primer límite es aquel que en una simulación realmente aleatoria por ordenador abarca al 95% de los casos (sólo un 5% de los casos se pasan del límite). El segundo límite es el que engloba al 99,95% de las simulaciones (sólo un 0,05% de los casos pasan ese límite). Si tras esas 5.000 tiradas comprobadas algún número supera el primer límite significa que casi con toda probabilidad habrá un sesgo real sobre ese número en esa ruleta debido a algún defecto (no hace falta saber cuál). Y se se supera el segundo, más estricto, el sesgo será según García-Pelayo “absolutamente seguro y cierto” mientras esa ruleta no se modifique o manipule. Por ejemplo: si tras 20.000 pruebas se espera el valor de +278 como límite al 99,95% y se observa que el 36 ha salido +633 veces de lo normal... es que algo extraño pasa. Conclusión: algo realmente extraño le pasa al 36, y hay que jugarlo porque es un número ganador. Si ese sesgo supera el 2,7 ó 5,4% de margen que tiene el casino, que es lo que sucede al pasar esos dos límites, la ruleta puede considerarse, en palabras de García-Pelayos, “una caja de ahorros” más que un juego de azar…”
Iván y Gonzalo García-Pelayo, en su libro La Fabulosa historia de los pelayos

martes, 14 de diciembre de 2010

El mundo esta lleno de traumatólogos



“Busca una buena seguridad económica a través de la eficacia dentro del trabajo. Vigila especialmente lo que haces en casa y evita accidentes. Tómate en serio tu salud para evitar correr riesgos innecesarios. Permanece activa y alegre y disfrutarás mas de tu vida…”

La anterior cita, corresponde a mi horóscopo para hoy, 14 de diciembre de 2010.

Y me pregunto, ¿No estamos todos los nacidos, sin importar bajo que signo del zodíaco, buscando una buena seguridad económica?

¿Por qué me invita a vigilar lo que hago en casa y a evitar accidentes? Quien escribe estos horóscopos, es, sin lugar a dudas, un traumatólogo. Porque de no ser así, ¿Por qué te prepara para una caída mortal en tu bañera?

La predisposición, esa preparación para algún propósito cercano, es una tendencia totalmente normal, que se despierta, toda vez que damos por hecho que algo sucederá tarde o temprano. Y, si quien te lo dice, asegura tener contacto directo con los astros, es algo que puede llegar a ser realmente mortal. Es decir, si una persona, que le guarde cierto respeto a los horóscopos, lee que debe tener mucho cuidado ese día mientras baja las escaleras, se verá obligado a bajarlas más lento de lo normal, y siempre sujetándose de las barandillas. Por tanto, esta persona, llegará tarde a su trabajo.

Pero lo que sucede con más frecuencia, es que esa extrema precaución en las escaleras, en el baño de casa, en el trabajo –donde hay un compañero que quiere clavarte un puñal-, o en la calle –donde encontrarás al amor de tu vida-, surte un efecto totalmente contrario al buscado: suena tu móvil, y retiras lentamente la mano de la barandilla para poder atender la llamada, y mientras contestas “¿Si?”, pierdes el equilibrio y caes, escalón tras escalón hasta llegar sin aliento al final de la pesadilla. De camino a casa, compras una alfombra antideslizante, la colocas cuidadosamente en la bañera y te dispones a darte una ducha; te sujetas de la pared, mantienes la pierna izquierda del lado de fuera, y levantas lentamente la derecha para irla introduciendo en la bañera; una vez enraizada en la superficie, balanceas todo tu peso a la pierna que está dentro de la bañera, y de pronto, la alfombra se desliza, y haces una apertura de piernas circense, que te deja con un esguince de ingle.

Y, es que, en todos los ámbitos de la vida, hay traumatólogos, que intentarán por todas las vías que les sean permitidas, vaticinar un hecho que nunca sucederá.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Capitan Linfocito






Tras varios días debatiéndome entre el bien y el mal, entre mi ego y mi esencia, entre la fe y los temores de mi propia existencia, mi cuerpo ha comenzado –y como no hacerlo- a manifestar signos de cansancio o quizás simples alarmas para que así se detenga de una vez por todas el tsunami que ha arremetido contra él. Dicho en otras palabras, tengo gripe.

Mi madre diría: “¡Estas inmunosuprimida! Y posteriormente, me interrogaría sobre las posibles causas de la somnolencia de mi sistema inmunológico. –Ella preguntaría, pero ya sabría los motivos; ella siempre lo sabe-

Sin embargo, en este caso concreto se trata de una gripe, con dolores musculares, fiebres, y muchos, muchos mocos.-Si existiese un mercado de mocos; si puede encontrarse alguna función al moco luego de abandonar la nariz, podrían ser tasados económicamente; y si yo pudiera vender mis mocos, créanme, destronaría a Bill Gates ¡Me haría millonaria!- Nada que no pueda curarse con una buena dosis de “El Kit de La Abuela”, a saber: caldito de pollo, calcetines para dormir, vick-vaporub (untado en garganta, pecho, espalda y fosas nasales), te con limón calentito y al menos ocho horas de sueño. –A lo anterior, se le puede añadir una medida de ron, con media medida de limón y un toque de miel-

Si solo unos días de debate interior, pueden causar gripe, me pregunto ¿Qué pueden causar unos meses de debate? ¿Cómo se manifestarían en nuestro cuerpo? ¿Cuánto daño podríamos hacernos?

Y la respuesta es evidente: mucho. Se le puede hacer mucho daño al cuerpo que nos aloja gratuitamente durante nuestra estancia en la tierra.

En una familia cualquiera, la mama le explica a la hija donde está el corazón, y le dibuja uno de esos que acompañan a cupido, y a las tarjetas de amor; sin embargo, mi mama, la mejor médico del mundo, me explicaba lo mismo dibujando el órgano en su forma real, con las arterias, venas y demás, mientras me hablaba en términos característicos de su profesión: ventrículo, miocardio, y otros terminados en “cardio”. De allí que, esas palabras se me antojen normales, y hasta halla ayudado a mi mama, a hacer su tesis de postgrado en medicina interna –en realidad yo solo le dictaba y nos reíamos de mi imposibilidad de pronunciar esas palabras de mas de 30 sílabas que solo existen en la medicina- (Creo que en mi profesión, la palabra mas larga es: Ju-ris-pru-den-cia)

Es por ello que hoy, al despertar, y sentir la sintomatología de la gripe, pensé en mi sistema inmunológico. Lo imaginé arrinconado en algún lugar de mi cuerpo. Lo imaginé allí, aburrido y cansado de tanto sabotaje. Y mientras el estaba ahí, los terroristas se enteraron de lo que sucedía –en todo conflicto bélico hay espías-. Esos seres hostiles entraron a mi organismo y no encontraron ni un solo escudo, ni un arma, ni siquiera una bomba lacrimógena. Atacaron de noche, mientras todo el ejército de mi cuerpo dormía.

El ejército del cuerpo (Sistema Inmunológico) cumple la labor de atacar a los hostiles y causarles la muerte inmediata. Es como el Estados Unidos que todos llevamos dentro. Y, cuando no ataca, es porque algo anda mal. Es porque algo lo ha debilitado. Algo como una quimioterapia, pero imaginaria.


Mientras me tomo el té y me unto pecho, espalda, cuello y fosas nasales con vick vaporub, me despido, dedicándole un poema de amor y perdón, a mi maestra –mi madre-, y a los miembros de nuestro ejercito:


Asomaba a sus ojos una lágrima
y... mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y enjugó un llanto,
y la frase en mi labio expiró.
Yo voy por un camino, ella por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: ¿Por qué calle aquel día?.
Y ella dirá: ¿Por qué no lloré yo?.
Es cuestión de palabras, y, no obstante,
ni tu ni yo jamás,
después de lo pasado convendremos
en quién la culpa está
¡Lástima que el amor un diccionario
no tenga donde hallar
cuando el orgullo es simplemente orgullo
y cuando es dignidad!


Gustavo A. Bécquer

domingo, 12 de diciembre de 2010

Adventus Redemptoris





Con todo el respeto que merece mi fe católica, he de admitir públicamente, que “Adventus” me lleva a pensar inmediatamente en Harry Potter y en los hechizos que los protagonistas de esta saga lanzan con sus varitas:

“¡Bombarda Máxima!”

“¡Expelliarmus!”

“¡Patronus!”

“¡Protegium totalum!”

“¡Confundus!”

“¡Glacius!”

“¡Lumos Solem!”

“¡Oculus Reparus!”

¿Cómo no hacer esta asociación? –sean honestos con ustedes mismos-

El reciente estreno mundial de la penúltima entrega de esta saga, ocasionó que todos -¡todos!- tuviéremos que ver nuevamente las seis películas anteriores. Por tanto, me parece totalmente normal, que cualquier voz latina nos suene a un hechizo de magia. De hecho, hace unos días, agregué la leche a mi café con un cuentagotas –como quien prepara una poción mágica- y me pareció totalmente normal.

Adventus Redemptoris, -de verdad, insisto, dudo que pueda existir alguien en el planeta tierra que al leer esta frase no se imagine apuntando a alguien con una varita mágica-, significa, etimológicamente “venida del redentor”. En español le llamamos Adviento, pero yo continuaré usando el término latino, pues, como veremos mas adelante, es en realidad el hechizo más poderoso que haya existido jamás.

El adventus, es el período de preparación para el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, cuya duración es de 21 a 28 días, y que se celebra los cuatro domingos que preceden a la Navidad, y hoy, 12 de diciembre, es el tercer domingo de adventus. Pero lo mas hermoso de este período, y siguiendo el orden de ideas –no la orden del fénix-, es que es un tiempo de reflexión donde debemos perdonar y renovar nuestras esperanzas.



Dentro de nuestros corazones, existe cierto equipaje que hay que tirar por la borda para poder seguir adelante mas ligeros y prestos para el nuevo año que se avecina. Y es por ello, que, hoy, tercer domingo de adviento, he descubierto que nuestros profetas dejaron inscrito el hechizo “Adventus Redemptoris”.

Este hechizo nos fue enseñado desde hace muchísimos años, y durante estos días que corren, en los que, a Dios gracias, ya no se persigue a la herejía, tenemos una única tarea:

1.En primer lugar, ir a una tienda de magia y dejar que una varita mágica nos elija. –de no ser posible, una cuchara de palo será suficiente; pero insisto, la cuchara de palo deberá elegir-

2.Posteriormente, debemos ir a un lugar privado y silencioso. En este lugar, comenzará la magia con nosotros mismos. Tomaremos la varita mágica o cuchara de palo y apuntaremos a nuestro corazón. Una vez hayamos ubicado el preciado órgano, llenaremos nuestros pulmones de aire, y con toda la fuerza que pueda habitar en nuestras cuerdas vocales, lanzaremos el hechizo: “¡¡¡Adventus Redemptoris!!!”.

3.Debemos permitir que el hechizo surta el efecto. Puede ser un poco doloroso. Pero los efectos secundarios que posee son realmente maravillosos, pues, lentamente, iremos liberándonos del peso de la tristeza, de la soledad y del rencor. Simultáneamente, sentiremos como el amor de Dios nos irá envolviendo, y, cuando menos lo imaginemos, ya todo el dolor habrá terminado.

4.Finalmente, lanzaremos el hechizo a todas las personas que nos rodean.



Aunque busqué incansablemente, no pude encontrar una tienda de varitas mágicas, así que opté por una cuchara de palo. Y, ahora, mientras comienzo a sentir los efectos de mi propio auto-hechizo, dirijo mi cuchara hacia ustedes y grito: ¡!!!ADVENTUS REDEMPTORIS ¡¡¡¡

sábado, 11 de diciembre de 2010

Mis Gurús




Tenemos dos opciones. Siempre tenemos dos opciones –quizás sean mas, pero al menos existen dos-.

La vida es “fluir”, pero hasta llegar a ese punto de entendimiento, se deben superar pruebas –por llamarlo de alguna manera- que pueden llegar a ser realmente insoportables. Pruebas, fases, etapas, escalones, experiencias, experimentos ciclos o como quieran llamarlos, que te mantienen en ese estado de constante vigilia. Un estado que puede llevarte a un único lugar: al manicomio. Sin embargo, para esos momentos en los que la prueba, fase, ciclo o experimento, te esté empujando hacia la locura existen opciones alternativas, vías de escapes, atajos, habitaciones de pánico, y los niños.

Los niños son la cura a toda enfermedad. Ellos tienen la verdad en sus manos. Los grandes tuvimos esa verdad, pero en ocasiones, la vamos olvidando. Sin embargo, con el paso de los años, se recupera paulatinamente y alcanzada la vejez volvemos a ese lugar donde la felicidad ya no cuesta nada.

Diciembre es un mes que puede ser hermoso o tenebroso, pues, te desliza sutilmente hacia ese obligatorio recuento de todo lo que ha sucedido durante el año. Es un mes en el cual, ese ciclo, experimento, fase o etapa puede significar dos cosas: mucha alegría o mucha tristeza. Mucha alegría es la opción que he elegido tras debatir durante algunos días y, para ello, me aferraré a la sabiduría de esos pequeños seres mágicos que ríen gratuitamente y para quienes vivir es toda una aventura.

Habiendo elegido la opción de la alegría, y en aras de evitar mi internamiento en un centro psiquiátrico, puse manos a la obra y descubrí una investigación realizada por un grupo de psicólogos y maestros, que me provocó una especie de catarsis y que hoy quiero compartir con ustedes.

A un grupo de niños de entre cuatro y ocho años, les preguntaron: ¿Qué es el amor?, a lo que respondieron:

Mateo, 6 años:
“Amor es cuando alguien te incomoda, y tu, aunque estás muy enojado, no gritas, porque sabes que hieres sus sentimientos”

Rebeca, 8 años:
“Cuando mi abuela se enfermó de artritis, ella no se podía agachar para pintarse las uñas de los pies; mi abuelo desde entonces pinta las uñas de ella aunque él también tiene artritis”

Carlitos, 5 años:
“Amor es cuando una niña se coloca perfume y el niño se coloca loción para después de afeitarse, ellos salen juntos y se huelen”

Lorena, 4 años:
“Yo se que mi hermana mayor me ama porque ella mi dio todas sus ropas viejas y tuvo que salir a comprar ropas nuevas”

Tomasito, 6 años:
“Amor es como una viejita y un viejito que son muy amigos todavía aunque se conocen hace mucho tiempo”

Patricio, 4 años:
“Cuando alguien te ama, la forma de decir tu nombre es diferente”

Cristina, 4 años:
“Amor es cuando tu sales a comer y ofreces tus papas fritas, sin esperar que la otra persona te ofrezca las papas fritas de ella”

Roberto, 5 años:
“Amor es lo que sentimos en la navidad, cuando tu paras de abrir los regalos y los escuchas”

Maggie, 6 años:
“Si tu quieres aprender a amar mejor, debes comenzar con un amiguito que a ti no te guste”

Kenia, 7 años:
“Cuando tu hablas con alguien de ti, sobre alguna cosa mala, aunque sientas miedo de que esta persona no te ame mas por este motivo, ahí tu te sorprendes, ya que no solamente te continúa amando como ahora, sino que te ama todavía mas”

Jaime, 4 años:
“Hay dos tipos de amor, nuestro amor y el amor de Dios. El amor de Dios junta a los dos”

Cristina, 8 años:
“Amor es cuando una mama ve al papa hediondo y dice que él es mas bonito que Robert Redford”

Marcela, 8 años:
“Durante mi presentación de piano yo ví a mi papa en el público, levantando su mano y sonriendo. Era la única persona que hacía esto, y yo no sentía miedo”

Noelia, 7 años:
“Amor es cuando tu le dices a un chico que él está vistiendo una camisa linda y él se la pone todos los días”


Jessica, 8 años:
“No deberíamos decir te amo sino cuando realmente lo sentimos, y si lo sentimos, deberíamos decirlo muchas veces. Las personas se olvidan de decirlo”

Patty, 8 años:
“Amor es abrazarse y besarse. Amor es decir NO”

Karina, 7 años:
“Cuando tu amas a alguien, sus ojos suben y bajan y pequeñas estrellitas salen de ti”

Max, 5 años:
“Dios debería haber dicho algunas palabras mágicas para que los clavos se cayeran de la cruz, mas Él no lo hizo. Esto es amor”

Anita, 4 años:
“Amor es cuando tu perro te lame la cara, aunque tu lo dejas solo todo el día entero”

Y… para ti ¿Qué es el amor?

jueves, 9 de diciembre de 2010

Bubbles



Existen verdades como puños, y la temática de una conversación cualquiera en territorio español es una de ellas. Una conversación, en la que participan dos o más personas, dentro o fuera del horario laboral, con o sin conocimiento de causa, siempre e irrefutablemente acariciará los siguientes puntos:

1. La Crisis
2. El Futbol, y
3. A La Belén Esteban

-Los resultados que arroja google para estos tres términos son: 136 millones para "Crisis", 53 millones para "futbol" y 770.000 para "Belen Esteban"-

El primer punto, “la crisis” es un tema que aunque luches incansablemente por no tocar, terminarás abordando. Es como “La Roma” de las conversaciones: todos los caminos te llevan a ella. Al principio creí que sería algo muy pasajero, como un escándalo sexual entre un presidente y su secretaria, o como el descubrimiento de alguna bacteria que ha mutado por el calentamiento global. Me equivocaba enormemente.

Este punto, rey por antonomasia de las tertulias actuales, y a título personal, me parece completamente inútil, y cualquier persona que tenga ánimos de seguir con vida, se adhiere a mi posición. Es por ello, que hoy decidí descubrir cuales son las palabras detonantes. ¿Cuáles son las palabras que dentro de una conversación trivial conllevan a la aparición de tan desagradable tema?

Existen palabras que, por su literalidad, o por su inclusión hasta el hastío en todos los medios de comunicación, producen esa irremediable conexión con la “crisis”.

Cecilia: ¡Que bonito día hace hoy! ¿No?
Aura: ¿Por qué lo dices?
Cecilia: ¿No lo ves? Sol radiante, 20º centígrados ¡Ha subido temperatura!, cielos despejados…
Aura: Pues a mi me parece que hace calor. El año pasado en esta misma época hacía mas frío. Recuerdo que aún usaba la chaqueta de lana. Es que con esto del calentamiento global las temperaturas suben. Todo sube ¿No? ¿Has visto lo que subió el litro de leche? ¡A donde vamos a llegar con esta crisis!

Palabra detonante: Subir

La Real Academia Española, debería eliminar este verbo por algún tiempo. Y reinsertarlo en el diccionario cuando los españoles estuviesen preparados para volverlo a escuchar.
El verbo “subir” se ha convertido en una palabra accesoria a: precios, impuestos, responsabilidades, riesgos, entre otros. Por tanto, en vez de decir “la temperatura ha subido” optemos por decir “El clima está más calentito”.




Otra palabra que puede crear escalofríos en quienes la escuchan es: Burbuja.

La burbuja ha pasado de ser esa hermosa capsula transparente contenedora de aire y aislado del exterior, para convertirse en un tenebroso habitáculo en cuyo interior se concentró un gas mortífero. Gas que luego de la explosión de aquella monstruosa creación se dispersó por todo el mundo, ocasionando un caos económico.

Hace muchos meses que no uso esta palabra, pero he de aceptar que cuando la escucho, pienso automáticamente en su palabra accesoria: “inmobiliaria”, de la que hablaré mas adelante. Cuando veo a niños jugando con jabón y haciendo pompas, pienso en las burbujas y me digo: ¿Qué daño puede hacer una burbuja?

“Inmobiliario” es un termino que realmente me preocupa, pues, lamentablemente, quedará manchado para siempre. Estigmatizado y por ende repudiado por todos los seres que habitamos el planeta, no podrá volver a ser el mismo. Cuando decimos “inmobiliario” automáticamente pensamos en: hipotecas, tasaciones, en el sector de la construcción, en el desempleo originado por todo lo anterior, etc. ¿Cómo podríamos llamar a este sector tan importante para la economía de nuestros países? Creo que una posible solución sería la de intercambiar –temporalmente- nuestra palabra castellana, con la de un país vecino. Esta palabra en un idioma distinto sería totalmente desconocida por nuestro cerebro y por tanto, no ocurriría la conexión inmediata con la crisis. Y es que, si a partir de mañana, en España se dijera “Real State” en vez de “inmobiliaria”, no pensaríamos en “burbuja” o en “crisis”. Si en el Reino Unido, dijeran “Inmobiliario” en vez de “Real State” no pensarían en “Bubble”


En la inmensidad de nuestro cerebro un pensamiento desencadena otro, y ese a su vez, crea uno nuevo, o modifica el anterior. Una maraña que puede ser detenida, si digo:

Ascender, en vez de Subir

Real State, en vez de Inmobiliario

Bubble, en vez de Burbuja

Derecho Real que grava un bien inmueble, en vez de Hipoteca

Y nunca, nunca diré “Rescate”… en su lugar, diré: Reconquista. Porque mientras la “Real State Bubble” vaya mermando, nosotros iremos aprendiendo a recuperar la opinión y la seguridad en nosotros mismos

martes, 9 de noviembre de 2010

La Segunda es la Vencida


Durante mi vida he recibido únicamente dos bofetadas: una me la merecía, la otra no. Aquella que no merecía no surtió ningún efecto, salvo perpetuar la burla hasta el último de mis días. La que merecía cambió mi vida.

Por alguna extraña razón, en ambas ocasiones la bofetada me fue propinada con público. Siendo por tanto doblemente dolorosa, pues el ardor de la piel pasa a los pocos minutos, pero los comentarios de los testigos pueden ser devastadores: ¡Te hubieses visto la cara! ¿Te dolió? ¡Es que casi te caes! –Todos estos acompañados con rizas asfixiantes para mayor desgracia-. Incluso, un par de amigas siguen manifestando su deseo de poner alguna inscripción aludiendo a este hecho en mi tumba.

La primera bofetada la recibí de mi abuela. Nos encontrábamos en la fiesta de cumpleaños de mi hermanito, junto a unos 30 invitados que disfrutaban de la celebración. Ella, mujer fuerte, vigorosa y bastante temperamental se negaba rotundamente a que yo, niña de 10 años con cámara fotográfica nueva le tomara una foto. En un leve descuido de mi abuela, tomé mi cámara y me acerqué lentamente hacia el lugar donde se encontraba. “Clic” se escuchó. Inmediatamente se levantó de su silla y sin mediar palabras se abalanzó sobre mí. Yo le miré con ojos de corderito, pero, lamentablemente mi técnica no surtió el efecto que deseaba. Me acorraló en una esquina del recinto mientras mi grupo de amigas –unas 8 o 10 aproximadamente- miraban con curiosidad el espectáculo. Levantó su musculoso brazo y me asestó la bofetada. Los segundos posteriores al golpe no los puedo recordar. Quizás sea amnesia post-traumática, pero lo cierto es que unos minutos después yo estaba con mi cámara nueva retozando por entre los invitados y captando imágenes para inmortalizarlas en el tiempo.


La segunda fue ocho años después.

La segunda y última ocasión en la que recibí una bofetada fue presenciada, una vez más, por un grupo de amigas. Estas eran otras y ninguna había formado parte del público de la primera.

Ocho años después me encontraba yo en el momento más álgido de la crisis existencial ocasionada por la adolescencia. Me revelaba frente al mundo y cantaba: “Yo, soy rebelde porque el mundo me ha hecho así, porque nadie me ha tratado con amor, porque nadie me ha querido nunca oír…”.

De pronto, la opinión de mis padres ya no podía ser tomada como cierta y buscaba la verdad absoluta –como si yo pudiera encontrarla- fuera de las cuatro paredes del hogar donde había crecido. Comenzaba a cuestionarlo todo, y cuando digo todo, me refiero a todo. –el sistema de gobierno, el horario del colegio, la dieta que se seguía en casa, el uso indiscriminado del triturador de alimentos, el consumo de pollos estresados, la apatía de nuestros alcaldes ante la destrucción del medio ambiente, la lentitud con la que transcurrían los años, la existencia de usos y costumbres impuestos por la sociedad, la obligación de tener que usar trajes y chaquetas en la facultad de derecho, las normas, la inminente presencia de normas en todo ámbito que me rodeaba, entre otros-.

Aquella noche, a sabiendas de que mi madre me respondería con un frío “NO”, yo había solicitado el permiso de ir al cine con mis amigas a mi padre, quien había accedido ante mis manipulaciones con un “SI” no muy seguro.

En mi habitación nos encontrábamos mi hermana, mis tres amigas y yo, haciendo ese ritual que precedía a las salidas: Cada una traía su mochila con la ropa que había escogido meticulosamente dos días antes, incluso habían comprado algún accesorio que hiciera juego con sus zapatos o el color de la camiseta. Sin embargo, en ese momento nadie se sentía conforme con lo que había elegido 48 horas antes –lo que entenderíamos años después es que nadie se sentía conforme con nada en aquellos años- y comenzaba el intercambio textil: “¿Me prestas tus pantalones?” ¿Me veo bien? ¿Puedo ver lo que tienes en tu armario? ¡Si claro, usa lo que necesites! Este proceso se desarrollaba únicamente con hilo musical. La música formaba parte de todos nuestros actos. Sin música no comíamos, no bailábamos, no hablábamos, no nos vestíamos. La música era elegida en función de nuestro estado de ánimo, por ejemplo, para momentos de rebeldía extrema optábamos por Silvio Rodríguez (trovador cubano), para cuando sentíamos incomprensión ante los ataques injustos de la sociedad preferíamos el estilo rockero, y de cuyo gran abanico, escogíamos una mas o menos intensas dependiendo de la gravedad del daño moral que hubiésemos sufrido.

Finalmente, y mientras terminaba de sonar la última canción del disco de Metallica, me dirigí hacia la habitación de mi madre.

-¡Mamá, ya me voy! Mis palabras fueron rápidas, como también lo fue la reacción de mi progenitora.

-¿Perdón? Respondió ella, ladeando su cabeza y mirándome tan fijamente que sentí ansiedad y una necesidad inmediata de correr.

Mi respiración se aceleró. Solo tenía unos pocos segundos antes de que mi madre lograra entrar en mi cabeza y pudiese saber todo lo que yo había planeado. Ella tenía ese poder. Ella podía leer mis verdades hasta en el más mínimo movimiento que hicieran mis pupilas. Tenía que haber sido más rápida. Pero claro, yo olvidaba en aquel momento que ella me ganaba en edad, experiencia, y sobre todo, en inteligencia.

- Termina de entrar. Y cierra la puerta. Dijo ella.

“Cierra la puerta”. Esta frase llevaba inmerso un significado sumamente grave para mí. Significaba que iba a hablar conmigo. Había descubierto mi plan. Lo que iba a decirme era tan grave, que no podía siquiera ser escuchado por mi hermana que se encontraba en la habitación contigua. “¡Dios! ¡Dios! ¡Protégeme!” pensé.

- ¿A dónde vas? Me preguntó, mientras que, con la serenidad que le identifica, continuaba zurciendo un agujero que le había hecho mi hermano a uno de sus pantalones.

- Al cine. Respondí intentando mantener en secreto mis emociones
-¿Ah sí?

La ironía. Era de esperarse. La depredadora jugaba con su presa antes de aniquilarle.

-Y, si se puede saber, ¿A quien le has pedido permiso? Continuó

Como quien guarda esa última carta bajo la manga en una partida de póker, llené mis pulmones de aire, y respondí, con orgullo:

- a MI PAPÁ.

Mi madre dejó a un lado el pantalón, y, afortunadamente, también apartó de sus manos las tijeras y la aguja. Se incorporó y me dijo: “Pues, lamento decirte que no vas. Y no pierdas tu tiempo intentando que cambie de decisión”. Seguidamente cogió su teléfono, llamó a mi padre y acordaron revocar inmediatamente el permiso que me había sido otorgado.

En aquel momento, mi madre supo que había hecho caso omiso al orden jurisdiccional que reinaba en mi casa. Había obviado “su instancia” y con premeditación, me había dirigido directamente al “juzgado superior en jerarquía” (mi padre), y esto era algo sumamente grave. Así pues, mi madre decidió, haciendo uso de su poder discrecional, solicitar, de oficio, la nulidad inmediata de todo y cuanto permiso se hubiere podido haber otorgado a mi favor.

El estado de indefensión en el que me encontré generó en mí un sentimiento nunca antes visto en mí: Ira. Así que, frente a los hechos, y en defensa de mis intereses rebatí las alegaciones de mi madre.

-¿Me has quitado el permiso que me dio mi Papá? Pregunte con la cabeza en alto y el pecho afuera mientras le miraba desafiante.

-Si. Respondió secamente

-¿Porqué? Insistí

-¡Porque aquí hay normas y hoy no puedes salir!

-ah ¿Si? En este punto yo ya había perdido toda mi cordura, y continué: “O sea, yo pido permiso para ir al cine y tu vas y me lo quitas porque eres muy lista ¿no?”

(Nota del Autor: en realidad la palabra que dije a mi madre fue otra. Un poco mas fuerte y cuyo significado real solo puede entender un venezolano. Para los venezolanos, dije: “O sea, yo pido el permiso para ir al cine y tu vas y me lo quitas porque te la das de rata ¿no?)

Silencio.

Desde donde yo estaba podía escuchar como se aceleraba la respiración de mi madre. Sus músculos se tensaron inmediatamente. Yo, como el ratoncillo que está dentro del terrario con la serpiente, intenté escapar. Agaché la cabeza y encorvé mi torso como una reacción instintiva para proteger a mi corazón. Había faltado al respeto de mi madre. Ella, llevaba soportando mis respuestas temperamentales de adolescente durante mucho tiempo y esa había sido la última gota que derramaría su vaso –uno muy grande-.

Se incorporó rápidamente y caminó hacia donde yo estaba. Yo, con la visión nublada de terror, abrí la puerta de su habitación y salí hacia el pasillo. En el mismo momento, mi hermana y mis amigas se personaron en el pasillo. Y allí estábamos, yo en una esquina, mi madre acercándose cada vez más a mi encuentro, y un público atento a lo que sucedería. No tenía escapatoria. Estaba atrapada entre la pared y mi madre.

Cuando se encontraba a unos 50 centímetros de distancia de mí, mi madre comenzó a elevar su brazo derecho. Y, así fue como supe que, por segunda vez en mi vida, recibiría otra bofetada. Esta vez por ser estúpida e insistentemente rebelde ante la simple normativa que existía en el Reino de mi casa.

El dolor que me causó esta bofetada fue tan fuerte que no recuerdo las expresiones de las personas que estuvieron presentes, como tampoco recuerdo sus comentarios. Esta vez el dolor no fue físico –pues, en realidad, ella no empleó fuerza-, sino moral. Mi madre, mujer serena, amorosa, y muy, muy paciente, había sucumbido ante mis constantes agresiones verbales y había tenido que tomar una medida extrema. Unos meses después ella confesó: “Esa bofetada me dolió mas a mí que a ella”. Y, le creo.

El efecto de esta segunda y última bofetada se ha prolongado durante muchos años. Este golpe surtió el efecto de “bofetada a un histérico”-y créanme que estoy totalmente en contra de la violencia-. La histeria producida por un novio nuevo a los 18 años, o por la libertad que te asegura alcanzar la mayoría de edad, debía ser controlada. Debía entrar en razón y entender que: todo en la vida tiene su momento, que para cosechar una planta primero hay que sembrar una semilla, que mi familia siempre jugaría en mi equipo, que antes de correr hay que aprender a caminar, que gracias a la existencia de ciertas normas de convivencia la humanidad no ha desaparecido, que vivir cada minuto como si fuera el último no significaba ir a todas las fiestas a las que me invitaran, que la paciencia era un ingrediente clave para mi felicidad, y que tenía que comenzar a desarrollar trabajando arduamente y sin descanso.

Un poco mas de ocho años han transcurrido desde aquella noche y comienzo a creer que las crisis existenciales del ser humano suceden, justamente, cada 8 años, pues, alcanzados los 26 años, comenzó una nueva búsqueda de la verdad, una nueva rebeldía interna que me impulsaba a contradecir las normas que agentes externos intentaban imponerme. Esta vez, circunstancias como la de emigrar a un mundo nuevo, abandonar mi zona de confort para enrumbarme hacia lo desconocido, el hecho de integrarme activamente en la sociedad y el ámbito laboral, descubrir que no todo es tan rápido como lo pensé, y, contraer matrimonio mientras sucedía todo lo anterior, generó en mí una nueva crisis, pero que, a diferencia de las otras, no me ha supuesto una bofetada mas, pues, cada vez que siento la necesidad de correr en vez de caminar, o de cosechar un árbol sin haberlo sembrado, recuerdo aquella noche en la que la vida me enseñó que a veces las cosas no suceden como y cuando uno las quiere, pues “todo sucede en el lugar y el momento perfecto”. Además, si cada vez que intente burlar la normativa del ritmo natural de las cosas voy a recibir una bofetada, como ha venido ocurriendo, estadísticamente hablando, opto por seguir marchando al compás que me marque la vida.

jueves, 5 de agosto de 2010

La Luciérnaga


I
ATRAPADA



El oxígeno se agotaba. Podía sentirlo. Su respiración se hacía cada vez más forzada. Ella había escuchado en varias ocasiones que la cantidad de oxígeno que podría haber en un lugar cerrado dependía de los metros cúbicos que tuviera el área. Pero en ese momento no podía pensar en medir las paredes que le tenían presa del miedo y la desesperación.

Había transcurrido mucho tiempo. Quizás una hora o quizás fueron solo unos minutos.

“¿Por qué no funciona mi luz? ¡Enciéndete! ¡Enciéndete!... Por…Por favor…” La orden se desvaneció en un lamento. Ella creía conocer todos los detalles de su biología.

“¡Por favor! ¿Dónde estoy? ¿Hola? ¿Alguien puede ayudarme? ¡Auxilio! ¡Auxilio!” gritaba mientras tiritaba de miedo. Nadie respondió. Estaba sola.

“¡Que tonta fui! ¡Tonta! ¡Mil veces Tonta!” La ira empeoró la situación. El oxígeno era cada vez más escaso. Su respiración se aceleró mientras recordaba el trágico suceso que la había llevado a esta cárcel. “¡Idiota!”

“No puedo res…” no pudo terminar de pronunciar la palabra. Sus alas no pudieron moverse. Su diminuto corazón redujo los latidos al mínimo. Su cuerpo se preparaba para sobrevivir y ella cedió ante la naturaleza. Se tumbó en el suelo, cerró los ojos, y entre lágrimas se entregó a la muerte. Su metabolismo comenzó a hacerse cada vez más lento.

El estado de hibernación se vio interrumpido por un fuerte ruido. Parecía que algo muy grande hubiese caído muy cerca de donde ella se encontraba, pues, junto con el estruendoso sonido se generó una especie de terremoto que la hizo rebotar de un lado a otro. De pronto salió despidida a una gran velocidad del lugar donde se encontraba atrapada y todo se iluminó violentamente. Sus pupilas no se habían adaptado a tan brusco cambio pero sabía que era libre. “¡Oh Dios! ¡Gracias por darme una segunda oportunidad! ¡Era muy joven para morir!” pensó.

La luz la cegó durante unos segundos, pero, paulatinamente, sus pupilas se fueron adaptando a la claridad. Pudo ver donde estaba. Junto a ella, se encontraba lo que parecía ser la tapa que cubría una caja –en la que había estado encerrada-. Se acercó y leyó una etiqueta que tenía adherida:

________________________

Pret A Manger SL
Gran Vía nº 210
Madrid, España

Contenido: 20 kg Escargots
__________________



Al leer la etiqueta revivió la decisión que por poco le quita la vida. “¡Tonta!”

II
EL ORÍGEN


Durante las últimas semanas, debido a la sequía, no había podido alimentarse apropiadamente. La Selva Venezolana estaba atravesando por una de las sequías más crueles. Ella, una luciérnaga joven, vivaz y alegre, decidió explorar una casa a la que nunca había entrado. Nunca había entrado a ningún lugar donde habitaran humanos, pues su madre se lo había prohibido: “¡Ni se te ocurra! ¡Los humanos son peligrosos! ¡Te matarían!”.

Esa mañana, su madre, la Sra. Mariluz, había regresado a casa con las manos vacías. Ella, como madre al fin, intentó mostrarse positiva, pero en el fondo estaba aterrada con la idea de que su familia pudiera morir de inanición. La hija pudo notar el miedo en los ojos de su madre.

- ¡Adiós mamá! Regreso en un rato
- ¿A dónde vas?
- A jugar con Átomo. Me está esperando en el río
- Muy bien… ¡Cuídate mucho! ¿Si? ¡Y cuidadito con inventar alguna tontería!
- ¡Tranquila mamá! Adiós.

Átomo le explicó como llegar a la ciudad.

Cuando el sol se hizo más fuerte y comenzaba a deshidratarla llegó a la ciudad. Ella desconocía el método con el cuál los hombres contaban el tiempo. Pero su estómago le indicaba que era hora de hacerse con alimentos ricos en proteínas para ella y su familia. De pronto, y mientras se escabullía por entre algunos árboles de un restaurante sintió el aroma de su comida preferida –y de todas las luciérnagas: caracoles-. Su estómago comenzó a rugir, pero se concentró en estudiar la situación.

“¿Cómo puedo llegar a ellos? ¡Solo me llevaré tres! ¡Uno para cada uno de nosotros! ¡Luego vendré a por mas!” pensaba. La idea de proveer de alimento a los suyos le llenó de tanta alegría que se iluminó una y otra vez.

Ella logró divisar, desde el borde de la ventana, una especie de objeto cuadrado en cuyo interior yacían decenas de caracoles. De pronto sintió una corriente de aire casi imperceptible que provenía de la rendija que separaba las dos hojas de la ventana. “¡esta abierta! ¡Allá voy!” se dijo mientras se introducía suavemente por el espacio de la ventana entreabierta.

- ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Reía y gritaba de emoción.

Se dejó caer en el contenedor de Caracoles y allí fue la luciérnaga más feliz del mundo. Nadaba en caracoles. Comió uno y jugó con el resto mientras pensaba en como transportar la mayor cantidad posible a su hogar. De pronto vio como algo venía sobre ella, y con ello se quedó en la más completa oscuridad que jamás había visto.

¡Auxilio! ¡Estoy aquí! ¿Por qué está todo tan oscuro? ¿Hola? Comenzó a llorar de miedo.

III
LA PRUEBA


¿Pero…Que son Escargots? ¿Cómo he llegado hasta aquí? Ella pensaba que se había enfrentado al único miedo que tenía pero lo cierto es que la verdadera batalla estaba por comenzar.

La oscuridad le aterraba. Y era lógico en ella pues al ser bioluminiscente podía iluminar todo cuanto quisiera y cuando quisiera. Sin embargo, esta vez, mientras estuvo encerrada en la caja de caracoles su colita no se iluminó.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por una voz muy grave que la aterró. Se escondió rápidamente tras unas piedras.

-¡Eh! ¡Tú! ¡Tú, gusanito, sal de ahí! ¡No te voy a hacer daño!

Respiró profundo y salió lentamente de la piedra tras la cual se mantenía escondida. Estaba en un jardín hermoso. ¡Cuantas flores! Dijo mientras por primera vez estudiaba todo lo que le rodeaba en aquel momento.

-¡Eh! ¡Gusanito! ¿Eres sordo?

-¿Dónde estas? Y ¡No soy sorda!, dijo un poco irritada.
- ¡Aquí! ¡Soy el árbol que esta un poco más cerca de las rozas blancas! ¡Mira hacia tu derecha gusanito!

Inmediatamente pudo ver al árbol. Era realmente imponente. Simplemente precioso “Una lástima que sea tan mal educado” pensó mientras se acercaba a él.

-¡Hola! ¿Cómo te llamas gusanito? Preguntó el árbol.
-¡Vale ya! ¡Que no soy un gusano!
-¿No? ¡Pues lo pareces! Respondió mientras sus carcajadas retumbaban en el jardín.
-¡Pues no!
-y ¿Qué eres? ¿Un pato? Se ahogó de risa nuevamente.
- ¡Soy una Luciérnaga! ¿No lo ves? Intentó encender su cola y por segunda vez en el día no funcionó. “¿Qué está pasándome?” pensó aterrada.

-¡Vale! Dijo el árbol. ¿Cómo te llamas?
- Lucy
-¡Que original! La luciérnaga “Luci”… El Árbol “Ar”…
-¿Podrías dejar de hacer chistes y ayudarme? Dijo Lucy mostrando en su totalidad el enfado que la embargaba.
-¡Si! ¡Claro! Por cierto, no me llamo “Ar”, me llamo Cotoperí. Un placer
-El Placer es mío. -¿Lo era?-. Esto… Cotoperí ¿Podrías decirme dónde estoy?
-En el jardín trasero del restaurante La Amazona, calle 23, nº 3, Santa Elena de Uairén, Venezuela.
-Eh…y ¿Por qué la etiqueta de la caja dice Madrid?
-Lucy, ¿Conoces algo que se llama Correo? ¿Te suena…? ¿Cartas…? ¿Postales de feliz cumpleaños…? ¿Quizás?

La ironía de Cotoperí comenzaba a irritar a Lucy, sin embargo, era él quien podía responder muchas de sus preguntas – ¿o quizás todas? -.
Cotoperí llevaba 50 años en ese jardín, y lo sabía todo sobre el restaurante: sus empleados (quienes se refugiaban bajo su sombra para llorar o para despotricar del jefe), su jefe (quien se refugiaba bajo su sombra para llorar o para despotricar de sus empleados), sus clientes (quienes se refugiaban bajo su sombra para llorar o para despotricar de los empleados y el jefe de ese restaurante).
El árbol Cotoperí, le explicó a Lucy, que a ese restaurante llegaban alimentos desde distintos lugares del mundo y que eran enviados por correo. Así pues, se apilaban cajas y embalajes en el jardín para luego ser almacenados y posteriormente cocinados en un plato exquisito.

-Pe… Pero la caja estaba en la cocina… ¿Por qué llegó aquí... al Jardín?
-¡Ah! ¡Un error! ¡Pasa mucho! La caja venía desde Madrid, y al abrirla, se dieron cuenta de que ellos no habían pedido Escargots –que no son mas que simples caracoles a los que llaman así para venderlos 50 veces más caros-. Por eso la cerraron –contigo dentro- y la han puesto aquí. En unas horas la enviarán de regreso a Madrid.

-Madrid… repitió Lucy como haciendo un eco.

Lucy siempre había querido ir a Madrid. Era su sueño. La Selva amazónica era quien la había hecho crecer y rodearse de muchos amigos. Pero Europa era donde soñaba vivir. Su madre, Mariluz, le apoyaba y le decía que muy pronto aparecería esa oportunidad mágica que la llevaría al lugar que ella quisiera.
-Cotoperí, ¿Sentiste el terremoto?
-¿Eh?
-¡Sí! Todo retumbó. Yo estaba dentro de una caja y de pronto salí despedida. ¿Lo sentiste?
-¡Ah! ¡Si! Claro… verás estaba lloviendo muy fuerte y además con descargas eléctricas –muy común en estas zonas-. Un rayo golpeó a mi amigo Siempreverde.

La voz de Cotoperí se entrecortó y se hizo suave. Por primera vez parecía estar hablando en serio.

-Que Dios lo tenga en su gloria. Continuó. ¡Míralo! ¡Era un árbol de su casa! ¡Padre de familia! ¡Deportista! ¡Nunca le hizo daño a nadie!

Lucy miró hacia donde se encontraba Siempreverde. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Temblaba de solo ver el tamaño de ese árbol. Su respiración se aceleró y de pronto sintió la necesidad de salir huyendo. Quería irse de ese lugar. “¡Tengo que salir de aquí! ¡Ese árbol… ¡ No, no puedo…” pensaba. Estaba aterrada.

-¡Eh! Lucy… ¿Estas bien? ¡Pareces que has visto un muerto!...bueno… si… está muerto… pero es un árbol muerto… y esos no dan miedo.. ¿O si? Preguntó Cotoperí.

-No… estoy bien… Lucy intentó controlar su respiración. Inhala. Exhala. Inhala. Exhala.

La conversación se extendió hasta el anochecer. Cotoperí resultó ser especialista en “Luciérnagas” ya que solían anidar en la corteza de su tronco. Así pues, le explicó a Lucy que cuando se siente amenazada su luz no enciende. Por ello no encendió mientras estuvo encerrada en la caja de escargots. La luz de las luciérnagas es una alabanza a la alegría. Es como para los humanos una sonrisa indeleble. Solo cuando se sienten plenas, felices, y en paz consigo mismas pueden alumbrar. Solo cuando los humanos se sienten plenos, felices, y en paz consigo mismos pueden mostrar una sonrisa indeleble. Son dos formas de alumbrar: una con una lucecita en su cola y el otro con un brillo en los ojos que encandila.

Cotoperí había desarrollado dos virtudes en su larga vida: era paciente como ningún otro ser vivo. Y además, sabía escuchar. Era, a decir verdad, el psicólogo del Reino Vegetal. Al caer la noche Lucy le había confiado toda su vida al árbol.

-Lucy… ¿Te gustaría irte a Madrid? Preguntó el árbol sabiendo de antemano la respuesta que recibiría
-Eh… ¡Sí! ¡Me encantaría!
-¡Pues manos a la obra! ¡Te ayudaré! ¡Tienes que entrar en la caja! ¡En unas horas la cerrarán y la enviarán de regreso a Madrid! Dijo el árbol con entusiasmo.

Lucy pensó en su familia. ¿Cómo podría dejarlos? ¿Quién les llevaría alimento? ¿Podría vivir lejos de ellos? Cotoperí, acostumbrando a estudiar el lenguaje corporal de quienes se refugiaban bajo su sombra, descifró los pensamientos de la luciérnaga.

-Lucy… ¡No te preocupes por tu familia! ¡Ellos estarán bien! ¡La sequía está por terminar! ¡Lo siento en mi cuerpo! Bueno… en mis hojas.

La melancolía embargaba a Lucy, pero decidió que la oportunidad de ir a un nuevo mundo quizás no se repetiría. Era ahora o nunca.

-Lucy debes ir a la caja ahora mismo. Están cerrando el Restaurante. Le inquirió el árbol.
-Si, lo sé.
-¡Anda, ve, la caja esta detrás de Siempreverde! ¡ve y escóndete dentro!

Lucy dejó de respirar.

-¡Lucy! ¡Comienzas a preocuparme! ¿Qué te pasa? ¡A la caja! ¡Ya! Exigió. Pero Lucy estaba catatónica. No podía pensar. Solo podía ver la magnitud del árbol. Tendría que subir por su tronco y escalar hasta el otro lado. ¡No! ¡No podré hacerlo! Pensaba.

-Eh… No, Cotoperí, lo siento, pero no puedo. Me voy a casa.
-¿Qué? ¿Qué no puedes? ¿De que hablas?
-No puedo ir hacia el otro lado. No puedo acercarme a… al árbol muerto… es muy grande… no… y se derrumbó en un mar de lágrimas.
-Lucy, tranquila. ¡Es un árbol! ¡Muerto! ¡Solo tienes que subirte en su tronco y caminar sobre el hacia el otro lado! ¡Detrás está la caja!
-No
-¿Por qué?
-Porque es muy grande
-¿Y?
-¡Y me aterra!
-¿Por qué?
-¡No lo sé! ¡No sé que hay detrás! Respondió.

Cotoperí se quedó en silencio. Nunca había conocido a una luciérnaga que le tuviera miedo a los árboles caídos. ¿Qué puede ser? ¿Qué tipo de…? “Ah… quizás…” pensó el árbol.

-Lucy… Detrás de ese árbol está la caja que te llevará a hacer tu sueño realidad. Esta mañana comenzó como un día cualquiera, y mira hasta donde te ha traído. Estuviste encerrada en una caja durante horas. Luego hubo una tormenta eléctrica que derribó a Siempreverde. El impacto de él sobre el suelo hizo que salieras despedida de la caja. Tú y la tapa quedaron de este lado, y la caja del otro lado. Y te conocí. ¡Durante las últimas 15 horas, han ocurrido milagros en cadena! Y todo para que tu, mi pequeña Lucy, hagas tu sueño realidad…

Lucy yacía en una piedra y escuchaba atentamente a Cotoperí.

-El tronco de ese árbol es muy grande. Lo sé. Y, quizás no sepas que hay tras él. Lo desconocido siempre da un poco de miedo. Pero, imagina que no está el tronco del árbol… ¿Qué ves? Preguntó Cotoperí.

-Eh… supongo que está la caja.
-¡Exacto! Y ¿A dónde te llevará la caja?
-Eh… a ¿Madrid?
-¡Correcto! Lucy, puede que no sepas muchas cosas, pero lo único que realmente importa es que sabes lo que hay detrás de este obstáculo. Detrás de él está tu sueño. Detrás de el esta tu felicidad. La vida es como este jardín: para llegar a donde soñamos llegar hay que enfrentarse a obstáculos enormes y cuya magnitud nos impiden ver más allá, pero lo importante es saber que detrás de él está lo que buscamos.

Lucy no sabía si lloraba de tristeza o de alegría. Ella sintió como un enigma que mantenía guardado en su ser de pronto se había resuelto y le daba fuerzas para seguir adelante –no sin temor-.

-Lucy, tu crees que eres pequeña, diminuta, insignificante ante la grandeza del mundo que te rodea, y quizás por eso temes enfrentarte a este gran árbol caído. Pero quiero que sepas que no eres pequeña. No muchos hubiesen emprendido un viaje a la ciudad en busca de alimento. ¿Cuántos hubieran hecho lo que tú? Muy pocos hubieran tenido tu valentía. ¡Eres grande! ¡La naturaleza te ha dado luz para que ilumines todo cuanto te rodea! ¡Y debes estar feliz para hacerlo! Y, si sabes donde está tu felicidad pues haz lo que tengas que hacer para que alumbres ese lugar.

-Si… es justo lo que voy a hacer. ¡Voy a iluminar todo Madrid! Dijo Lucy mientras el llanto se confundía con carcajadas. Se puso en pié –o en patas-, y se dirigió hacía el tronco del difunto Siempreverde. ¡Gracias Cotoperí! ¡Muchas gracias por todo! ¡Gracias por...! La despedida se vio interrumpida por una voz que llamó a Lucy: ¡Lucy! ¡Lucy!

Lucy giró su cuerpo y a lo lejos pudo divisar a un pequeño cuerpo. Podía reconocerlo a muchos metros de distancia. El cuerpo se fue acercando cada vez más.
-¡Mamá! ¡Que bueno que estás aquí! Gritó Lucy mientras corría hacia ella. Los ojos se le llenaron de lágrimas mientras se aferraba al cuerpo de su madre.

-¡Hija! ¡Lucy! ¿Cómo estás? ¡Estábamos preocupados! ¡Átomo nos dijo que habías venido a la ciudad! Y, supusimos que estarías aquí.

-¡Estoy bien mama! Eh… mamá… del otro lado del árbol caído está una caja que me llevará a Madrid. ¡No quiero dejarte! ¡Ven conmigo!

Mariluz sonrió y abrazó nuevamente a su hija.

-Hija, yo cuando tenía tu edad hice todo lo que pude para ser feliz. Luego naciste tú, y tus hermanos. Desde ese momento mi felicidad radica en que ustedes hagan todo lo que puedan para ser felices. Y si tu felicidad es ir a Madrid, la mía es ver como lo haces. No puedo dejar a tus hermanos hija. Además no me gusta la comida mediterránea. Yo soy más del Caribe. Ve hija. Anda y haz tu sueño realidad.

Lucy abrazó a su madre y así estuvieron hasta que la voz grave de Cotoperí les alertó. “¡Vamos! ¡Es hora! ¡Ya viene el Chef a recoger la caja!”

Lucy se enrumbó hacia el tronco. Su madre la acompañó. En varias ocasiones Lucy sintió que se le nublaba la vista del pánico, pero sujetó la mano de su madre. De pronto todo pasó. Ya estaba del otro lado. ¡Si! ¡Lo logré! ¡No había nada malo tras el tronco! ¡Solo la caja! ¡Solo mi sueño! Gritaba Lucy.

Se abrazaron madre e hija una vez mas y Lucy entró en la caja. Se escondió tras los escargots.

-¡Eh! Sra. Mariluz. ¡Venga! ¡Escale por mi corteza para que pueda ver el despegue de su hija! ¡Por cierto! ¡Un placer conocerla! ¡Tiene ud. una hija maravillosa!
-¡Si! ¡Lo sé!

El chef del Restaurante La Amazona salió por la puerta trasera y se dirigió hasta el lugar donde él recordaba haber dejado la caja de escargots. Se dibujó una mirada de desconcierto en su rostro mientras buscaba. Se horrorisó ante el árbol Siempreverde derrumbado por la tormenta y finalmente encontró la caja. Marilúz y Cotoperí observaban en silencio. El Chef tomó la caja, miró en su interior y luego la cubrió con la tapa.

El chef caminó con la caja en el regazo, y mientras se alejaba, Mariluz y Cotoperí pudieron ver en el interior como una luz se encendía y se hacía cada vez más brillante.